CARRERA:
ARQUITECTURA
CURSO:
FILOSOFIA
TEMA:
VIDA DE MARTIN LUTERO
ALUMNOS:
AXEL RIVERA FLORES
BRIGHAN TOLEDO CRUZ
DIEGO CATACORA MARTINEZ
CICLO Y SECCIÓN:
I - B
MOQUEGUA-2018
MARTIN LUTERO
Nació10 de noviembre de 1483 en la pequeña ciudad de aislaban, y pasó su niñez y juventud en la cercana Mansfield. Los negocios de su padre le permitieron tener una buena educación y en 1501 se inscribió en la Universidad de Erfurt. Según la leyenda, una fuerte tormenta cambió el rumbo de su vida de forma decisiva: el miedo le hizo prometer convertirse en monje su sobrevivía a la tormenta. Solo dos semanas después, el 17 de julio de 1505, entró en el Monasterio Agustino de Erfurt, erigido para agustinos-eremitas, estudió Teología y en 1507 fue consagrado sacerdote. Era una época en la que florecía el comercio de indulgencias: la divisa era dinero a cambio de la salvación del alma y, ya en sus primeros tiempos como doctor y catedrático, Lutero criticó esta práctica tan poco cristiana. Finalmente, el 31 de octubre de 1517 publicó al respecto sus famosas 95 tesis en Wittenberg. Para su propia sorpresa, éstas se distribuyeron rápidamente entre el público y poco después llegaron incluso a Roma. En 1518, la Iglesia Católica-Romana inició una investigación contra Martín Lutero por herejía. Sin embargo, en lugar de tomársele declaración en Roma, como estaba planeado, el príncipe elector sajón Federico el Sabio celebró una audiencia en Augsburgo, que finalizó con la huida nocturna de Lutero, quien se había negado a retractarse de sus tesis. Este hecho acabó con la paciencia del Papa, que amenazó a Lutero con excomulgarle; una amenaza que finalmente cumplió. En la Dieta de Worms, donde la población lo recibió con aclamaciones de júbilo, Lutero debía recibir una nueva oportunidad para retractarse; sin embargo, permaneció firme y debió esconderse a continuación en el castillo de Wartburg, en Eisenach. El 13 de junio de 1525, Martín Lutero se casó con la antigua monja Katharina von Bora. Esta gran familia —Lutero tuvo seis hijos— vivió en este antiguo monasterio agustino con niños de acogida, parientes, empleados y estudiantes. En 1546, Lutero fue llamado a acudir a su ciudad de nacimiento, Eisleben, para finalizar un litigio por una herencia, y aquí finalizó también su vida: el 18 de febrero falleció Martín Lutero y fue enterrado tres días después en Wittenberg, en la iglesia en cuya puerta clavó tres décadas antes las tesis que tantas consecuencias acarrearían.
Según que se comparta o no su doctrina, Lutero es un apóstol o como mínimo un profeta para unos, y para otros un hereje renegado. Destructor de un sinfín de cosas, este hombre de intensas y enérgicas convicciones representa, con su concepción del hombre como individuo aislado de Dios, de la historia y del mundo, uno de los pilares sobre los que se apoya la Edad Moderna. Iniciador de la Reforma (período de dos siglos de amplia repercusión europea en la historia del
cristianismo, origen de las Iglesias protestantes y de la Contrarreforma), Martín Lutero rechazó la autoridad del papa y debilitó el poder de la Iglesia. La abolición del purgatorio, de donde las almas eran liberadas con misas, el rechazo de la doctrina de las indulgencias, que mermaría de manera considerable los ingresos del papa, y, sobre todo, la doctrina de la predestinación, que independiza el alma de la acción de los clérigos después de la muerte (a lo que hay que añadir el reconocimiento de todo príncipe protestante como jefe de la Iglesia de su país), obligan a presentar la Reforma como una gran revolución de las naciones menos civilizadas contra el dominio intelectual de Roma.
Martín Lutero:
Al año del nacimiento contrataron al padre en una explotación de minas de cobre de Mansfeld y la situación de la familia, precaria en extremo, mejoró un poco, sin llegar a ser en modo alguno boyante. En Mansfeld recibió Lutero muchas de las palizas que sus padres le propinaban, aunque, en opinión del propio Lutero, «siempre quisieron mi bien; sus intenciones para conmigo siempre fueron buenas, procedían del fondo de su corazón». Por sus cartas sabemos que fue a menudo sometido a crueles castigos, como una vez que su padre le azotó tan violentamente que el joven huyó de casa y tardó mucho tiempo en perdonarle en su corazón, o en otra ocasión en que su madre le golpeó hasta hacerle sangrar por haberse comido sin permiso una nuez.
El duro trato al que le sometieron lo convertiría, al decir de sus amigos, en un ser huraño y desconfiado. La escuela, a partir de los seis años, no lo trató mejor. También del maestro recibió azotes, quince en un día, según contaría más tarde, ya que «nuestros maestros se portaban con nosotros como verdugos contra ladrones». A los catorce años dejó Mansfeld por Magdeburgo para estudiar en la escuela latina, y un año más tarde abandonó Magdeburgo y se trasladó a Eisenach, a casa de los abuelos maternos. Allí, en su «ciudad bienamada», recibió sólida instrucción de un maestro poeta llamado Hans Treborio, que había sustituido el látigo por las buenas maneras.
El 17 de julio de 1501 se inscribió en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Erfurt, contrariando por primera vez a su padre, que quería hacerle estudiar leyes. El 29 de septiembre del año siguiente se licenció como bachiller, primer grado de la universidad, con el número treinta de una promoción de cincuenta y siete nombres. A los veintidós años era proclamado maestro de filosofía. Esta vez fue el segundo de diecisiete y su padre, admirado ante la superioridad de su retoño, dejó de tutearlo. A partir de ese momento el joven maestro se dedicaría con tesón al estudio de la teología y con pasión a la Sagrada Escritura.
Lutero en hábito de monje agustino:
El 2 de julio de 1505 Martín Lutero se trasladó de Mansfeld a Erfurt para ver a su familia. A mitad de camino un rayo cayó a sus pies. El joven, que era nervioso en extremo y muy sensible, se vio a las puertas de la muerte, se aterrorizó e invocó a la patrona de los mineros: «Sálvame, querida santa Ana, y me haré monje», exclamó. Vislumbró entonces en el cielo una figura fantástica, que por la excitación del momento no logró identificar. Fue la primera de las visiones que tendría a lo largo de su vida, en los lugares mas inverosímiles y, a veces, inadecuados. Quince días más tarde se presentó en el convento de los agustinos de Erfurt para cumplir su promesa, decisión que irritó de tal manera a su padre que volvió a tutearlo. Sin el consentimiento paterno, pues, entró en el convento. Novicio primero con el nombre de Agustín, tomó los votos definitivos y a los veinticuatro años fue ordenado sacerdote.
Con el objeto de estudiar teología y ocupar una cátedra en una de las muchas universidades alemanas regidas por los agustinos, en 1508 su amigo y consejero espiritual Johan von Stanpitz, a la sazón vicario general de los agustinos, le mandó a la Universidad de Wittenberg para estudiar un curso sobre la ética de
Aristóteles. En 1509 Lutero obtuvo el título de Baccalaureus Biblicus, que le concedía el derecho de practicar la exégesis bíblica públicamente. Joven profesor en la recién creada Universidad de Wittenberg, pronto daría muestras de gran intemperancia y osadía en sus manifestaciones, al tiempo que se sentía acuciado en su intimidad por graves escrúpulos de conciencia y devastadoras tentaciones.
La forja de un pensamiento:
Por aquel tiempo, un viejo fraile agustino le recomendó la consoladora lectura de
San Pablo, en cuyo estudio se enfrascó ávidamente para deducir de él las primeras simientes de su dramática disidencia con la ortodoxia religiosa. En la Epístola a los romanos de San Pablo halló respuesta a sus angustias sobre la salvación, entendiendo que el hombre encuentra su justificación en la gracia de Dios, generosamente otorgada por el Creador con independencia de sus propias obras. Paradójicamente, fue en esa poco tranquilizadora idea de que solamente la fe y no los méritos salvan, doctrina individualista que condena al hombre, en cierto modo, a una soledad abismada, donde Martín Lutero encontró una cierta paz y certidumbre espiritual que lo movería a una irreductible diatriba contra el Vaticano, a templar su turbulento carácter en una batalla perenne y a fundar la nueva doctrina protestante. Sus enseñanzas llamaron bien pronto la atención. Comenzó también a predicar; su elocuencia arrastraba multitudes y le valdría la consideración de ser el primer predicador de la época. «No daba grandes voces -diría uno de sus oyentes-, pero su voz era fina y pura tanto en el canto como en la palabra.»
VENTA DE INDULGENCIAS
En 1510, Lutero realizó un viaje a Roma en compañía de otro agustino para presentar al general de su orden ciertas quejas sobre la estricta observancia de la regla monástica. El resultado y las impresiones del viaje no pudieron ser más nefastas para el alma inquieta y rebelde de Lutero. La consecuencia inmediata fue la de crear en él una definitiva aversión a Roma, al ambiente de corrupción y relajación del clero romano, a la decadencia en la que había caído todo el Vaticano y al exceso de boato y riqueza que ostentaba la Santa Sede, con prelados y papas más pendientes de los aspectos materiales que de los espirituales. Contrariado por el espectáculo, Lutero se tornó ácidamente crítico respecto al espectáculo de degradación que reinaba en la ciudad de los papas y menos afecto a las obligaciones anejas a su estado.
De regreso a Wittenberg, se doctoró en teología el 18 de octubre de 1512, aunque en su obra demuestra el enorme desapego que sintió por la filosofía y la teología escolástica imperante en su época. Apenas se interesó por los grandes pensadores del siglo XIII (
Tomás de Aquino,
San Buenaventura o
Juan Duns Escoto), aunque exploró con apasionada intensidad la Biblia y algunos escritos de
San Agustín de Hipona. Nombrado también, muy a pesar suyo, subprior del convento de Wittenberg, Lutero comenzó a impartir clases en la universidad en las que interpretaba y estudiaba las Sagradas Escrituras, con especial interés la obra paulina. En esa época acabó de conformar y pulir la que sería su piedra angular teológica, la justificación por la fe, según la cual el cristiano se podía salvar no por sus propios esfuerzos o méritos, sino por el don de la gracia de Dios, aceptada tan sólo por la fe en
Jesucristo el Salvador.
Lutero también llegó a otra conclusión igual de importante y trascendental para el futuro de su reforma: había que someterse por completo a las Sagradas Escrituras, y rechazar a cualquier otra interpretación proveniente del exterior. evangelios habían sido inspirados directamente por Dios; ninguna interpretación podía ser fiable por sí misma. Sospechar de la autoridad del papa como jefe supremo de la Iglesia y como persona infalible era el siguiente paso, que Lutero dio enseguida. Fue entonces cuando transformó su apellido y empezó a pensar en sí mismo como el «hombre de la Providencia llamado a iluminar la Iglesia con un gran resplandor». Por el momento tenía poca influencia. Sólo era, a sus treinta y cuatro años, un elocuente y famoso profesor de la Universidad de Wittenberg que ocupaba importantes cargos tanto en el convento como dentro de la orden; pero se sentía personalmente responsable de la fe sajona.
Por aquellos años asumió el cargo de vicario de su distrito, lo que suponía la dirección de once conventos, a lo que había que sumar sus lecciones en la universidad y el gobierno, la administración económica y la dirección espiritual de su convento de Wittenberg. Abrumado de trabajo, llegó incluso a visitar en sólo dos días todos los conventos que estaban bajo su férula, permaneciendo en uno de ellos escasamente una hora. Dormía apenas cinco horas sobre una dura tarima, aunque disfrutaba de los placeres de la mesa con la misma inmoderación que le caracterizó durante toda su vida. A veces se encerraba en su celda para rezar siete veces los oficios y suplir de ese modo la negligencia en que había incurrido durante la semana, acuciado por sus ocupaciones.
La rebelión de las indulgencias:
En 1513 Juan de Médicos había iniciado su pontificado con el nombre de
León X; embarcado en la construcción de la basílica de San Pedro de Roma, el nuevo papa propiciaba con entusiasmo la venta de indulgencias. Lutero, que ya había empezado a exponer sus ideas personales sobre los fundamentos de la fe, se alzó en sus discursos contra aquella práctica. Escandalizado por lo que consideraba un envenenamiento y timo espiritual de la gente sencilla, intentó poner sobre aviso a las autoridades eclesiásticas alemanas, pero, al encontrarse con el más absoluto de los silencios a todos los niveles, decidió actuar por su cuenta.
Las noventa y cinco tesis
Inspirado obsesivamente por unas palabras de San Agustín ("lo que la ley pide, lo consigue la fe"), redactó sus célebres noventa y cinco tesis contra la venta de indulgencias y las clavó con determinación en el sitio más visible de la ciudad, en la puerta del pórtico de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg, el 31 de octubre de 1517. Las incendiarias tesis, repletas de diatribas y ataques directos a la Iglesia de Roma y al papa, fueron primero redactadas en latín, para, al poco tiempo, ser traducidas al alemán y reproducidas por la imprenta, al mismo tiempo que se difundían con una extraordinaria rapidez gracias a la labor de los estudiantes.
Fue una declaración de guerra que Roma no podía dejar sin respuesta. La resonancia del acontecimiento fue enorme a pesar de que Lutero, desde el púlpito y las aulas, intentó en vano suavizar la situación que había creado apelando a una doctrina tradicional aceptada en la Iglesia, según la cual se aceptaba la nulidad de las indulgencias para salvar almas, ya que dicha prerrogativa sólo le competía a Dios. Los dominicos, encargados de la Inquisición, denunciaron a Lutero ante Roma, por lo que éste fue conminado, al año siguiente, a presentarse en la ciudad eterna para responder de los cargos que se habían formulado en su contra. Lutero hizo gala de una gran astucia y logró involucrar al poder político en la disputa pidiendo al príncipe Federico el Sabio, elector de Sajonia, que intercediera ante el papa para conseguir que el juicio en su contra se celebrase en suelo alemán, como así sucedió.
En el mes de octubre de 1518, Lutero acudió a la ciudad de Augsburgo para discutir su postura con el legado pontificio Cayetano de Vio, quien tenía en su poder una breve del pontífice León X por la que Lutero debía retractarse públicamente de sus graves errores o, en caso contrario, ser llevado a Roma arrestado. Bajo la protección política del príncipe Federico, Lutero prolongó su discusión con el legado papal cuatro días sin que ninguna parte cediera en sus respectivas posturas. Y no sólo no se retractó, sino que protagonizó una pelea a gritos con el cardenal. El cardenal afirmaría: «No quiero más tratos con ese animal. Tiene unos ojos que fulminan y unos razonamientos que desconciertan». Lutero endureció su postura afirmando que la infalibilidad de las Sagradas Escrituras estaba por encima de la del propio pontífice. Aunque la ruptura definitiva aún no se produjo, Lutero adoptó a partir de ese momento una actitud de intransigencia que no se reducía al mero rechazo de las indulgencias, sino que implicaba algo mucho más grave: el desacato directo de la autoridad papal.
Tras marchar indemne de Augsburgo, Lutero mandó difundir un llamamiento bajo el título Del papa mal informado al papa mejor informado, en el que apelaba a un concilio presidido por el papa para expresar sus ideas reformistas. Desde su seguro retiro de Wittenberg, Lutero logró reunir una especie de concilio menor en la ciudad de Leipzig, celebrado entre los días 27 de junio hasta el 16 de julio de 1519, en el que Lutero afirmó que aunque el deseado concilio no le diera la razón, no se retractaría, ya que estaba sometido a la única autoridad legítima, la de las Sagradas Escrituras.
La respuesta de León X no se hizo esperar. El 15 de junio de 1520, el papa mandó a Lutero la bula Exsurge Domine por la que le conminaba por última vez a retractarse bajo la pena de excomunión. Tras un intento baldío de dirigirse al pontífice para que éste celebrase el ansiado concilio, Lutero quemó solemnemente la bula junto con un ejemplar del Corpus Iuris Canonici en presencia de estudiantes y ciudadanos de Wittenberg (10 de diciembre de 1520), y replicó al papa con el libelo Contra la execrable bula del Anticristo. Con semejante acto, Lutero expresó simbólicamente su ruptura total con la Iglesia de Roma.
El 3 de enero de 1521, León X redactó la bula Decet Romanum Pontificem, por la que Lutero era excomulgado definitivamente. Conforme al Derecho Eclesiástico, la excomunión eclesiástica debía ser ejecutada por el brazo secular, tarea que recayó sobre el recién elegido emperador,
Carlos V de Alemania y I de España. El emperador aprovechó la reunión de cortes en la ciudad de Worms, en abril de 1521, para citar a Lutero, donde se le intimidó para que se retractara, pero el díscolo monje agustino siguió empecinado en su heterodoxia, y se enfrentó a todos los dignatarios imperiales y eclesiásticos reunidos allí en su contra, totalmente convencido de que le esperaba la misma suerte que a
Jan Hus.
Carlos V, presionado por la situación política inestable de Alemania y por la fama y predicamento que había adquirido ya el monje herético, se limitó a prohibir la práctica de la nueva fe y a declarar proscritos a Lutero y a sus seguidores. Los esfuerzos que se hicieron a continuación para hacer cambiar de opinión a Lutero resultaron inútiles. El 26 de mayo, Carlos V firmó el Edicto de Worms; en él ratificó la sanción de destierro para Lutero y ordenó la quema de todos sus escritos.
Precisamente, el año anterior a la condena, Lutero había sacado a la luz, en alemán y ayudado por la poderosa maquinaria de propaganda que resultó ser
la imprenta, sus tres obras fundamentales: La libertad del cristianismo, sin duda alguna su obra mejor elaborada y escrita, en la que esbozó claramente el pilar sobre el que se sustentaba la nueva religión, la salvación por la fe en Cristo; Llamamiento a la nobleza cristiana de la nación alemana, en la que invitaba a la nobleza a asumir su papel de protector del pueblo y a unirse a la causa luterana, además de instituir los tres principios evangélicos básicos del protestantismo (sacerdocio universal, inteligibilidad de las Sagradas Escrituras y responsabilidad de todos los fieles en el gobierno de la Iglesia); y, por último, La cautividad babilónica de la Iglesia, obra destinada a los teólogos en la que analizó con rigor el proceso de perversión al que habían llegado los sacramentos, de los que, según él, sólo debían subsistir dos, el bautismo y la cena (desechando la transubstanciación). Con estas tres obras, Lutero dispuso su línea de batalla a la par que asentó los primeros cimientos de una futura Iglesia evangélica.
Para proteger a Lutero, Federico el Sabio fingió su secuestro y lo escondió clandestinamente en el castillo de Wartburg, en Turingia, donde el exmonje encontró la paz y el ambiente de retiro ideal para abandonarse de lleno a una fructífera actividad literaria. Lutero escribió numerosas cartas, continuó con varios salmos, redactó glosas eclesiásticas, escribió una obra dedicada a la confesión, otra sobre los votos monásticos y un buen número más. Y, además, en el escaso año que permaneció en Wartburg (desde mayo de 1521 hasta marzo de año 1522), Lutero llevó a cabo su producción literaria más importante y trascendental para la implantación definitiva de la nueva fe: partiendo del texto griego publicado en 1516 por
Erasmo de Rotterdam, tradujo al alemán el Nuevo Testamento. La edición se llamaría la "Biblia de septiembre" por haber aparecido en ese mes, y ponía a disposición del pueblo alemán su versión del texto sagrado por excelencia. La obra fue un éxito tal que en el mes de diciembre hubo que imprimir muchos más ejemplares. Doce años más tarde, en 1534, pondría fin a su proyecto publicando su versión del Antiguo Testamento, traducido del hebreo.
Guerras y bodas:
Los desórdenes surgidos en Wittenberg por sus seguidores más radicales, que habían comenzado a tomar medidas drásticas en cuestiones litúrgicas, como la supresión de la celebración de la misa, obligaron a Lutero a dejar su apacible retiro de Wartburg y regresar a Wittenberg, donde volvió a tomar las riendas con prudencia y moderación, sin perder la calma, pero con determinación. Lutero se puso al mando en la organización de las nuevas comunidades evangélicas que iban surgiendo por doquier en toda Alemania. Desde Wittenberg, Lutero abrió otro frente de lucha contra los movimientos de liberación social y nacional de la pequeña nobleza y especialmente de los campesinos. Los primeros no dejaban de presionar para que Lutero constituyera una Iglesia nacional alemana, mientras que los segundos, alentados por la libre interpretación de las Sagradas Escrituras defendida por Lutero, buscaban su apoyo para aliviar las condiciones de miseria y sojuzgamiento en que vivían. Sus posturas se radicalizaron hasta convertirse en una cuestión política que arrastró al propio Lutero.
Las Guerras Campesinas (1524-1526), lideradas por un antiguo pastor luterano,
Thomas Müntzer (fundador de la secta de los anabaptistas), fueron el colofón de la situación de crispación que había introducido en Alemania la Reforma emprendida por Lutero. Durante el transcurso de la sangrienta guerra de los campesinos contra sus señores, Lutero fracasó en sus intentos por apaciguar los ánimos con su pluma. Aunque en el fondo apoyaba un gran número de sus reivindicaciones, cuando los campesinos recurrieron a la violencia contra toda la población en conjunto, Lutero no dudó un momento en apelar a los nobles para que restituyeran el orden establecido con las armas, lo que dio cobertura a una represión sangrienta de campesinos como jamás se había visto en Alemania. El conflicto, que derivó en una auténtica matanza indiscriminada, restó popularidad a Lutero entre las masas más desfavorecidas, pero por lo menos salvó a la Reforma de una más que segura desintegración.
En 1525, en la Alemania devastada por la guerra de los campesinos, Lutero se esforzaba en demostrar la servidumbre de la voluntad humana y escribió De servo arbitrio (Del albedrío esclavizado), como refutación a la defensa del libre albedrío de Erasmo en su obra De la voluntad libre. También fue el año que escogió para contraer matrimonio. En 1523 habían llegado a Wittenberg unas monjas que escapaban del convento de Nimchen Laz Grimma. Una de ellas, Katharina de Bora, de veintiséis años, se convirtió en la señora de Lutero, en su Käte. La boda suscitó una viva repulsa, no tanto por el acto en sí como por realizarse en momentos de gran desolación y muerte. El matrimonio sería, sin embargo, un éxito. Katharina de Bora, dieciséis años más joven que Lutero, pertenecía a la pequeña nobleza y era una mujer sensata e inteligente que suavizó el exaltado carácter de su marido y vivió junto a él en perfecta armonía.
Después de su boda el príncipe elector de Sajonia le regaló el antiguo convento de los agustinos en Wittenberg, donde la laboriosa Katharina estableció una pensión de estudiantes para paliar en alguna medida sus estrecheces económicas. Los estudiantes tenían el privilegio de compartir la mesa con Lutero, quien tras la colación condescendía a responder a sus preguntas, de resultas de las cuales nació el libro Dichos de sobremesa. En el convento de Wittenberg, convertido en finca familiar, nacieron uno tras otro sus seis hijos, de los que sobrevivieron cuatro: Hans, Magdalena, Martín y Paulus, que llenaron de júbilo al predicador. Doctrinalmente nada de ello debe sorprender; pocos años antes, Lutero había dado a luz su obra Opinión sobre las órdenes monásticas, una vibrante exhortación a los monjes y monjas para que rompieran sus votos de castidad, recomendación que fue muy bien acogida, hasta el punto de que no pocos religiosos agustinos de ambos sexos se comprometieron en uniones vistas desde la ortodoxia como sacrílegas.
La consolidación de la Reforma
El joven Lutero, de mediana estatura, que había sido «de cuerpo tan flaco y fatigado que se le podrían contar los huesos», fue engordando con la edad y el nuevo estado. Su amor a la buena mesa, y sobre todo a la cerveza, con la que reemplazaba el agua (estaba convencido de que el agua de Wittenberg era mortal), le convertirían en un hombre macizo y pesado, aunque siguiera tan vivaz como siempre. Se acentuó en él la vulgaridad agresiva de que siempre hizo gala y empleó cada vez palabras más rudas y groseras. Siguió siendo irritable; a duras penas conseguía controlar su carácter colérico y violento. «No consigo dominarme y quisiera dominar el mundo», dijo de sí mismo.
La nueva Iglesia, que oficiaba la misa en la lengua vernácula, tenía desde 1529 su catecismo escrito por Lutero (Grosser Katechismus y Kleiner Katechismus, el gran catecismo y el pequeño catecismo), su propio clero y un gran número de fieles. La influencia de la Reforma se había extendido por el norte y el este de Europa, y su prestigio contribuyó a convertir a Wittenberg en un centro intelectual de primer orden. La defensa tan encendida que hizo de la independencia de los gobernantes respecto del poder eclesiástico le valió el apoyo incondicional de muchos príncipes, hasta el punto de que a partir de esos momentos la Reforma pasó a ser más un asunto de reyes que de eclesiásticos, justo una de las cosas que se había propuesto Lutero desde un primer momento.
Al prohibírsele la asistencia a la Dieta de Augsburgo, celebrada en 1530, por estar excomulgado e imposibilitado para hablar con el emperador, Lutero delegó la defensa reformista en la persona de su colaborador más querido y preparado, el humanista Philipp Melanchthon, quien presentó a los asistentes la Confesión de Augsburgo, texto redactado bajo la vigilancia de Lutero que exponía la profesión de fe protestante y veintiocho puntos de definitiva discrepancia con el catolicismo. Dos años más tarde, el emperador Carlos V, acuciado por la lucha que venía sosteniendo con los turcos en el Mediterráneo, no tuvo más remedio que transigir con el luteranismo firmando la Paz de Nuremberg, en la que se establecía la libertad para ejercer libre y públicamente el nuevo culto en territorio alemán.
Cuando en 1536 el papa
Paulo III se decidió tardíamente a convocar el concilio de Trento, Lutero, ensoberbecido y encumbrado, dio por hecha su inutilidad alegando el irreversible alejamiento de ambas posiciones. Para reforzar aún más una postura tan disidente e intransigente, Lutero publicó los Artículos de Esmalcalda, en los que expuso todas las divergencias que habían causado la separación de ambas iglesias. Puso especial énfasis en la celebración de la misa (abominable y superflua para él) y en el papel del papa como único responsable del estado calamitoso al que había llegado la Iglesia cristiana.
Hacia 1537, la salud de Lutero comenzó a quebrarse de forma progresiva y alarmante para sus adeptos. El reformador envejecía y su humor se volvió hosco. Sufría jaquecas, zumbidos de oído y dolorosos cálculos renales, pero se negaba a seguir el consejo de su médico de moderar su afición a la comida y la bebida. La muerte de su hija Magdalena, en diciembre de 1542, ensombreció todavía más su ánimo. A principios de 1543 escribió: «Ya no puedo escribir ni leer. Me siento débil y cansado de vivir». Eran momentos penosos para Lutero, aquejado de una dolorosa lesión en la arteria coronaria y de profundas depresiones causadas por el resurgimiento del papado, por el intento de los judíos por reabrir la cuestión del mesianismo de
Jesús de Nazaret y por el nuevo rebrote de la facción reformista más radical, la de los anabaptistas.
Pero precisamente por ello no podía permitirse el lujo de retirarse, y prosiguió su intensa actividad hasta la muerte. Encontró fuerzas para publicar en 1545 la célebre Reforma de Wittenberg, que era una suave exposición de la nueva doctrina. Unos meses más tarde reaccionaría violentamente ante la propagación del rumor de su deceso, que él atribuyó a los welches (italianos y franceses) y desmintió mediante sus Mentiras de los welches sobre la muerte del doctor Lutero. Y en 1545, en vísperas de su fallecimiento, publicó uno de sus más violentos panfletos con motivo del conflicto surgido en el concilio de Trento entre el emperador y el papa: Sobre el papado de Roma fundado por el diablo. La causticidad de tan encarnizado ataque al papado adquirió todavía un mayor relieve gracias a las célebres y grotescas caricaturas del papa que realizó
Lucas Cranach el Viejo para ilustrar la publicación.
El 22 de enero de 1546, enfermo y cansado, el anciano reformador se dirigió a Eslemben, su ciudad natal. Debía actuar de árbitro en la disputa suscitada entre dos hermanos, Albretcht y Gebhard, condes de Mansfeld, a propósito de los ingresos de unas minas. El invierno sajón es frío y duro, y Lutero había sobrestimado sus fuerzas. El 18 de febrero, a las tres de la madrugada, falleció casi de repente. Los dos médicos que le atendieron apenas dispusieron de tiempo para hacer algo y nunca se pusieron de acuerdo sobre la causa de la muerte: un ataque de apoplejía, según uno; una angina pulmonar, según el otro; aunque igualmente pudiera haber sido cualquier otra cosa.
Sus restos fueron trasladados a Wittenberg en un ataúd de estaño, y al paso de la comitiva sonaba el toque fúnebre de las campanas. Fue enterrado el 22 de febrero en la iglesia de Todos los Santos, bajo el púlpito. Un año después de su muerte, el emperador Carlos V entró en la ciudad tras la victoria sobre los protestantes en Mühlberg, y obligó a la esposa del Elector de Sajonia a entregarle aquella plaza a cambio de la vida de su marido hecho prisionero. En aquellas circunstancias el
duque de Alba, poco amigo de miramientos, propuso al emperador desenterrar el cadáver de Lutero, incinerarlo y aventar las cenizas, pero Carlos no consintió en ello, arguyendo que él hacía la guerra contra los vivos y no contra los muertos. Verdaderamente hubiera sido inútil; tras su muerte,
la Reforma protestante se extendería por el mundo a pasos agigantados, penetrando en miles de hogares y conformando la manera de pensar, sentir y vivir de millones de seres.
LA REFORMA PROTESTANTE
Con el nombre de Reforma es designado el movimiento religioso iniciado por
Martín Lutero que daría lugar al protestantismo. La división religiosa del continente a que llevaría la Reforma se inició en 1520, cuando el monje alemán Martín Lutero fue excomulgado por el papa
León X por su feroz crítica de la política religiosa de los papas, convertidos en mercaderes de paraísos y de salvación a buen precio; tres años antes, el propio Lutero había colgado su diatriba (las famosas noventa y cinco tesis) en las puertas de la iglesia de Wittenberg. Este suceso aparentemente banal fue el desencadenante de un largo proceso de ruptura. Pocos meses después, en la Dieta de Worms (1521), la negativa de Lutero a retractarse ante el emperador
Carlos V, convertido en defensor de la ortodoxia católica, supuso también su proscripción política del Imperio. Los intereses de algunos príncipes alemanes por frenar el ascenso del absolutismo de los Habsburgo y su deseo creciente de hacerse con las tierras de los monasterios hicieron el resto.
Lutero ante la Dieta de Works
Entre 1521 y 1525, la Reforma viviría sus momentos heroicos, de abierta oposición a Roma y a sus símbolos. El mensaje de emancipación pasó a ser interpretado libremente, desbordando con creces el marco originario de las doctrinas luteranas. Ejemplo extremo de ello es la guerra de los campesinos liderados por
Thomas Müntzer (1491-1525). De hecho, el final de este conflicto, que se saldó con la ejecución de los rebeldes, marca un punto de inflexión en la reforma luterana. A partir de este momento se observará una orientación más conservadora: en materia religiosa, frenando las innovaciones y libres interpretaciones de algunos discípulos; en materia social, predicando la sumisión a las autoridades establecidas (como en el caso de las propias revoluciones campesinas, condenadas enérgicamente por Lutero); en materia eclesiástica, prestando una mayor atención a los aspectos organizativos de la nueva iglesia. Finalmente, en este período se produjo la ruptura total de Lutero con humanistas como
Erasmo de Rotterdam, a causa de las diferencias doctrinales en el tema de la predestinación.
A partir de 1527 la reforma luterana se extendió, conviviendo con otras versiones de la doctrina reformada como las de
Ulrico Zwinglio en Zurich o Martín Bucero (1491-1551) en Estrasburgo. Zwinglio, artífice de la Reforma en la ciudad suiza, era hijo de campesinos, clérigo humanista, admirador de
Platón y conocedor de Erasmo. Zwinglio inició un proceso de renovación personal que le llevó a adoptar unas posiciones doctrinales cercanas a las de Lutero. Siendo predicador en Zurich, luchó a partir de 1521 para que su ciudad y los cantones confederados se sumaran a sus ideas, cosa que logró en 1523: la misa en latín quedó suprimida, se retiraron las imágenes de las iglesias y se secularizaron los conventos.
Ulrico Zwingliano
Basilea, por otro lado, era en estos años un centro humanista de singular importancia.
Juan Ecolampadio (1482-1531) predicó allí las doctrinas zwinglianas desde 1523, y cuatro años más tarde la ciudad se incorporó a la Reforma. El triunfo de la Reforma en Estrasburgo a partir de 1529 se debió a Capitán (1478-1521) y, sobre todo, a Martín Bucero. La Reforma en su versión zwingliana se difundió ampliamente por las ciudades de Suiza y el sur de Alemania, mientras que las del norte se mantuvieron fieles al primitivo mensaje luterano. Uno y otro modelo presentaban diferencias teológicas y litúrgicas importantes, siendo quizás la fundamental la relativa a la eucaristía. Zwingliano negaba la presencia real de Cristo en ella, convirtiendo el sacramento en una simple ceremonia simbólica; se abría así una fisura en el seno de las doctrinas reformadas.
Los intentos de frenar la relativa tolerancia seguida por Carlos V tras la primera Dieta de Espira (1526) fueron contestados por los príncipes alemanes reunidos de nuevo en aquella ciudad en 1529. Príncipes y ciudades reformadas protestaron (de ahí que desde entonces se les conociera como "protestantes") contra la voluntad imperial de volver a la situación de 1520. Los intentos de llegar a un entendimiento en la Dieta de Augsburgo de 1530 fracasaron, dando paso al enfrentamiento armado.
La lucha contra los príncipes alemanes reformados, unidos en la Liga de Esmalcalda (1531) por Federico de Hesse, tuvo altibajos debido a las ayudas que aquellos recibían de potencias como Francia o Inglaterra, adversarias de la hegemonía política que los Habsburgo trataban de imponer sobre Europa. A pesar de la victoria de Carlos V en Mühlberg (1547), los ejércitos de Mauricio de Sajonia (1521-1553) derrotaron a los imperiales en Innsbruck (1552). Esta derrota, además de la abdicación del emperador en favor de su hermano
Fernando I de Habsburgo y de su hijo
Felipe II, que se haría efectiva entre 1555 y 1556, precipitó la llamada paz de Augsburgo (1555), que significaba la renuncia a la unidad religiosa en Alemania y el fin de los ideales de una sola cristiandad defendidos por Carlos V.
En la década de 1550 la fisura religiosa había quedado definida, aunque no de forma concluyente. España, Italia, gran parte del sur de Alemania, Austria, Bohemia, Polonia y Lituania seguían siendo católicas, aunque las cuatro últimas hubiesen aceptado la presencia de minorías calvinistas. Gran parte del norte de Alemania era luterana, al igual que Dinamarca y Suecia. Los cantones suizos eran en parte católicos, pero Ginebra aparecía como centro del calvinismo. Inglaterra, al cabo de muchas vacilaciones, se convirtió en un país protestante con una iglesia estatal de signo calvinista. Rusia conservó su fe ortodoxa. Surgieron nuevas sectas, como los anabaptistas, que discrepaban tanto de la religión católica como de la protestante, y que, por su oposición a todo principio de autoridad, serían perseguidos por una y otra. La respuesta católica, auspiciada por el emperador Carlos V, fue la convocatoria por el papa
Paulo III del Concilio de Trento (1545-1563).
La ruptura terminaría generando confusión y violencia. En Francia, la conversión al calvinismo de determinados sectores sociales en la década de 1560 añadió un matiz ideológico a la rivalidad existente entre los grandes magnates territoriales (los Guisa, los Condé, los Borbones) en una época de debilidad del gobierno central. Durante las guerras civiles que desgarraron el país intermitentemente entre 1562 y 1593, Francia corrió serio peligro de fragmentación confesional. También en los Países Bajos, a partir de la década de 1560, los intereses religiosos se confundieron con los políticos. Se inició así una rebelión que se prolongaría a lo largo de ochenta años.
CAUSAS Y EFECTOS DE LA REFORMA
Las causas profundas del malestar religioso tenían sus raíces en el propio desarrollo histórico del Renacimiento europeo. La crisis política de la iglesia bajomedieval y el Cisma de Occidente (1378-1417) originaron un vacío espiritual y la creciente mercantilización de las prácticas religiosas. Numerosos humanistas denunciaron el bajo nivel moral del clero, su escasa preparación, la primacía de los intereses terrenales sobre los espirituales y, en especial, la venta de indulgencias, con las que se conseguía una rebaja de las penas del purgatorio.
Los anhelos de regeneración de las costumbres religiosas y la búsqueda de una vida espiritual más intensa y personal fueron abriéndose paso en círculos de religiosos y laicos como el de los Hermanos de la Vida Común, un grupo próximo a lo que se llamó la devoto moderna. Numerosos en los Países Bajos y Renania, e influyentes gracias a sus escuelas (Erasmo y Lutero asistieron a ellas) y a sus libros -sobre todo la Imitación de Cristo (1418), atribuida a Tomás de Kempis, (1380-1471)-, no desafiaban la ortodoxia abiertamente, sino que manifestaban sus críticas de forma implícita, prescindiendo de muchos ritos y preceptos que consideraban superfluos y defendiendo una piedad subjetiva y ascética basada en la lectura personal y directa de la Biblia. La crítica textual propugnada por los humanistas vino en su ayuda, demostrando que, aparte del bautismo y la eucaristía, presentes en
los Evangelios, el posterior edificio de los sacramentos (confirmación, matrimonio, confesión, penitencia, extremaunción, ordenación) era artificial y estaba llamado a desmoronarse, y con él la necesidad de una casta sacerdotal que lo mantuviese en pie: la jerarquía eclesiástica entera, desde el papa hasta el último franciscano, se hacía innecesaria.
A nivel político, allí donde la Reforma triunfó tuvo lugar un proceso de consolidación del poder establecido. La ruptura con el papado liberó a los gobernantes de su dependencia respecto a una institución que proclamaba la superioridad de su poder espiritual sobre cualquier otro poder terrenal. Además, la supresión de las antiguas instituciones eclesiásticas y la secularización de sus bienes, junto al principio luterano que atribuía al poder político la organización de sus propias iglesias, favoreció una ampliación del ámbito de competencias del poder civil: el pastor se convertía así en funcionario del príncipe. La tesis del sacerdocio universal no implicó la desaparición del ministerio pastoral, sino la profesionalización de los líderes eclesiásticos a partir de una completa redefinición de su estatus social y de sus funciones. La labor fundamental del pastor era ahora la predicación de la doctrina, y el sermón se convirtió en pieza clave de una misa cuya liturgia se simplificaba y enriquecía a la vez con nuevos elementos como los cánticos, empleándose las lenguas vulgares como vehículo de comunicación.
La Reforma también tuvo importantes repercusiones sociales. Las doctrinas reformadas, al hacer hincapié en la salvación individual, estructuraron las prácticas piadosas en torno al culto doméstico. Las familias se integraban en parroquias en las que el pastor ejercía una "clericatura atenuada", una tarea de disciplina y control. La primera práctica colectiva era el culto dominical. La confesión privada al oído fue sustituida por una confesión pública leída por el pastor, quien también ofrecía una absolución general. La eucaristía se celebraba cuatro veces al año. Los ritos asociados a la existencia del feligrés (bautismo, matrimonio y funerales) perdieron toda su carga simbólica.
LA TEOLOGÍA LUTERANA
El término Reforma, por su suavidad, puede inducir a confusión: la Reforma no fue una transición ni una serie de cambios programados, sino una verdadera revolución religiosa con aspectos y efectos políticos; la Reforma rompió la unidad de la Iglesia de Occidente, produjo nuevas formas eclesiásticas e inauguró una nueva época en la historia de la espiritualidad cristiana. Sin embargo, la palabra Reforma corresponde a la idea que tuvieron sus promotores de no ser los fundadores de una nueva religión, sino de restaurar, en un tiempo en el que ya estaban presentes todos los gérmenes de la edad moderna,
el cristianismoprimitivo. Si bien es la resultante de tendencias, aspiraciones e impaciencias ampliamente difundidas en Europa a principios del siglo XVI, la Reforma recibe un sello inconfundible por efecto de la personalidad de Lutero.
La formación de Lutero explica algunas de sus actitudes posteriores. Hijo de un minero, estudió con los Hermanos de la Vida en Común en un ambiente espiritual exigente. Destinado a ser jurista por voluntad paterna, decidió no obstante ingresar en la rigurosa orden de los Eremitas de San Agustín (1505). Su brillante carrera religiosa y universitaria en Wittenberg oculta, según el historiador Lucien Febvre, una profunda inquietud personal: "Lo que le importa a Lutero de 1505 a 1515 no es la reforma de la Iglesia. Es Lutero, el alma de Lutero, la salvación de Lutero. Sólo eso." Tras largas reflexiones, la solución teológica la encontró en las Epístolas de
San Pablo: la justificación por la fe.
La justificación por la fe es la base del pensamiento de Lutero, que rechaza la idea de que las obras puedan coadyuvar a que el hombre alcance la salvación. Lo que hace revolucionario el pensamiento luterano es la radicalidad de su formulación y la coherencia de su desarrollo, que conduce a una negación sistemática, en nombre de Dios, de las enseñanzas católicas fundamentales y de la propia Iglesia como institución. En efecto, si sólo la fe justifica, resulta innecesario todo ministerio sacerdotal, con poderes exclusivos para administrar los sacramentos, que haga de intermediario entre Dios y los hombres. Lutero sólo aceptaba como verdaderamente instituidos por
Jesucristo los sacramentos del bautismo y la eucaristía. La revelación estaba contenida únicamente en la Biblia, y todo cristiano iluminado por el Espíritu Santo era capaz de interpretarla libremente. Esta idea, que rechazaba expresamente la tradición de la Iglesia, ocasionó la publicación de numerosas Biblias sin comentarios ni acotaciones. Las doctrinas reformadas se sintetizaron en el lema Sola fide, sola gratia, sola scriptura (Sólo fe, gracia y Escrituras).
Lutero resume en sí el conflicto de la cultura eclesiástica en el bajo Medioevo. Ningún contacto directo, al principio, con el Humanismo; pero su formación filosófica y teológica se perfecciona con la "vía moderna" de
Guillermo de Ockham: una filosofía crítica, no sin analogías con la kantiana, en la que la unidad de fe y razón queda destruida y la especulación metafísica se suspende. Dios se envuelve en un misterio abismal, del cual sale revelándose solamente en la medida en que quiere hacerlo, en la revelación histórica. Dios, que está más allá de todo concepto de bien o de mal, impone no obstante al hombre una disciplina; siguiéndola con su mejor voluntad, el hombre puede y debe legítimamente presumir que le es grato.
El esfuerzo para hacerse grato a este Dios insondable, llevado a cabo con una indudable seriedad y un vivo sentimiento de lo absoluto, conduce a Lutero a la paradójica conclusión de que el hombre no puede jamás estimarse positivamente digno de la gracia, y que su único mérito ante Dios consiste en reconocerse radicalmente pecador, acusándose sin merced ante Dios y haciendo suyo su veredicto condenatorio. A una tal acusación incondicionada de sí mismo, Dios contesta con una no menos incondicionada absolución. Estos pensamientos reciben en Lutero una influencia de apoyo por parte de la mística germánica, aunque no asimila (por sus premisas críticas occamistas) su fondo especulativo neoplatónico. El deseo de poner en claro su "teología de la cruz" como una doctrina de absoluta penitencia interior con respecto a la práctica penitencial de la Iglesia (indulgencias) conduce a Lutero a la proclamación de las noventa y cinco tesis (1517) y a la revolución religiosa.
La espiritualidad de la Reforma refleja las exigencias complejas y a veces antitéticas de la experiencia luterana. Por una parte la concepción intimista de la penitencia, y en general de la vida religiosa, pone al hombre directamente en relación con Dios, y al desvalorizar intrínsecamente las obras meritorias, es natural que la Iglesia, como dispensadora de la gracia, quede privada de motivación y sea abandonada; por otra parte, la actitud crítica, internacionalista y anatomista que caracterizó a Lutero se contrapone al intelectualismo y a la confianza en la persona que aportó el Humanismo.
Lutero en un retrato de Cranach el Viejo (1521)
La Iglesia, como custodia de la revelación, como garantizadora sacramental de la gracia, es indispensable en su espiritualidad, y Lutero la reconstruye después haberla negado; pero la reconstruye como un puro cuerpo espiritual, abandonando sus aspectos jurídicos y administrativos a la autoridad de los príncipes alemanes, los cuales, en el pensamiento de Lutero, administran la Iglesia, no en cuanto son el Estado, sino en cuanto que ellos son también "miembros preeminentes" de la Iglesia, investidos, por su posición, de especiales responsabilidades.
La misma complejidad llena de antítesis se encuentra en toda la concepción luterana de la vida. Si Lutero abandona el estado monástico (no voluntariamente, a decir verdad, sino forzado por las circunstancias) y si lo combate como la quintaesencia de las "obras meritorias", con una polémica violenta hasta la injusticia, no por ello reivindica Lutero la posibilidad de un gozoso vivir humano. Todo el mundo para Lutero yace en el mal, y el pecado se insinúa en todas partes, desde la forma sutil de la vanidad y del amor a sí mismo hasta en las expresiones de moralidad más elevadas.
Por otra parte, precisamente porque el mundo es malo, y en ningún modo es posible crear en él una isla de perfección, el mundo es aceptado como es: como un campo de batalla, de ejercitación moral, como una cruz a veces, cumpliendo con fidelidad los deberes (relativos y siempre discutibles desde el punto de vista de lo absoluto) de los que se compone la vida humana, y que, cumplidos con religiosa conciencia, como deberes dictados por Dios al hombre en su particular situación concreta, asumen un valor de "vocación".
La vida se desenvuelve así en dos líneas paralelas: la vida de la fe, en su interioridad y pureza, y la vida del mundo, con su relatividad pecaminosa. El hombre cristiano, en su concreción, pertenece a la una y a la otra, sacando de su fe una exigencia superior, un motivo de control, y al mismo tiempo de desvío de la realidad problemática en que vive; en esta realidad halla las condiciones concretas para el ejercicio, ascético en el fondo y quizá doliente, de su fe. Pero la vida vivida en la fe no impide al mundo ser "mundo", insuperable pecaminosidad, y la fidelidad cristiana en el servicio del mundo no puede jamás asentarse en la cuenta favorable al hombre en el balance eterno: la única razón de subsistencia del hombre ante Dios es siempre su inmerecido y gratuito perdón.
Lutero dirige una plegaria en el Castillo de Wartburg (óleo de Hugo Vogel)
En esta polaridad y ambivalencia está la característica profunda de la espiritualidad luterana. Es por otra parte difícil que ésta se mantenga íntegramente en la tensión y el equilibrio de su afirmación y negación. Y así, hay a menudo, ya en Lutero mismo y más en el luteranismo, una alternancia de estados de ánimo: unas veces de completa negación del mundo (del que se busca refugio en la interioridad de una vida espiritual autosuficiente y sin necesaria relación con la vida concreta,) y otras veces de afirmación integral de la vida en su autonomía relativa, que en un tiempo más próximo a nosotros, a causa de la reducción del cristianismo al plano de una religiosidad sin pecado original y sin redención trágica, se resolverá simplemente en el optimismo de la presencia interna de lo divino en el devenir del mundo.
Esta resolución, cuya paternidad (sea gloriosa o deplorable) Lutero no puede declinar en las concepciones del mundo moderno, está en todo caso más allá de las intenciones del reformador. De todos modos hay que reconocer a Lutero el mérito de haber planteado el problema de la ética con todo su rigor, aclarando la diferencia que hay entre lo moral, lo útil y lo jurídico. El bien no es la adecuación al contenido de una "ley", y no es tampoco lo ventajoso para mí o para mi prójimo; más allá de todo legalismo y de todo interés, el bien es la obediencia incondicional a una voluntad absoluta. La transcripción lógica de la experiencia luterana será la moral kantiana. Reduciendo a la razón legisladora del hombre la insondable voluntad del Dios de Lutero (que por otra parte se revela como una libre voluntad de amor para sus criaturas, poniéndose así como forma y contenido del deber),
Kant empobrece sin embargo en cierta manera la ética luterana de la obediencia a Dios solo.
EL ANABAPTISMO
La Reforma luterana se encuentra, desde su aparición, en antítesis y en competencia con un movimiento popular de insurrección religiosa, social y política: el anabaptismo. La hostilidad hacia este movimiento de Lutero (quien tuvo su parte de responsabilidad moral en su sangrienta represión por obra de los príncipes alemanes) no es debida solamente a motivos contingentes. El anabaptismo no comprometía solamente la Reforma ante el juicio de los príncipes, de los que la Reforma tenía necesidad, sino que sobre todo expresaba una espiritualidad diversa, en la que revivían los motivos dominantes de las herejías medievales: la aspiración a la renovación de la sociedad, la espera del reino de Dios del año mil, la inspiración como suprema instancia religiosa y como contraseña de la madurez de los tiempos.
Con su voluntad de instaurar un orden cristiano, según el modelo del Sermón de la Montaña, el anabaptismo debía desconocer profundamente, a juicio de Lutero, la insuperable pecaminosidad del mundo y la diferencia irreductible entre el plano de la fe y el de la vida concreta. La voluntad del anabaptismo de purificar la Iglesia, transformándola en una comunidad de adultos bautizados después de una profesión de fe personal, no concordaba con la profunda y compleja concepción eclesiástica de Lutero, según el cual la Iglesia, en su profunda esencia, no es "visible" (sólo Dios discierne los que son justificados por él mismo), mientras que la organización visible de la Iglesia queda siempre sujeta a lo problemático de las cosas de este mundo.
También el carácter insurreccional del movimiento contradecía no solamente el temperamento conservador de Lutero, sino su profunda persuasión de que los males de este mundo han de ser soportados como una cruz y transfigurados en factores de vida interior. En fin, la apelación al Espíritu Santo, que aparecía, incluso en su realidad concreta, expuesto a todos los riesgos del subjetivismo, no se compaginaba con el apego a la Biblia que Lutero había heredado de su formación occamista, y que correspondía profundamente a las exigencias de su conciencia suspicaz ante todas las voces interiores y los impulsos incontrolables, en que fácilmente podían enmascararse las insidias del diablo. El espiritualismo de los anabaptistas presenta en cambio mayores afinidades con la religiosidad humanista que reconocía en Erasmo su más autorizado representante, y que por otra parte era opuesta a toda actitud revolucionaria. Hacia ésta, como hacia el anabaptismo, Lutero puso, con su famosa polémica contra el libre albedrío, un límite infranqueable.
EL CALVINISMO
La Reforma llega a su completa expresión sociológica y eclesiástica y a su sistematización doctrinal coherente con el calvinismo. El espíritu lógico y jurídico latino de
Juan Calvino (1509-1564); el hecho de que la Reforma calvinista se desarrolló en un ambiente ciudadano y republicano como el de Ginebra, y que en otras zonas (Francia, Países Bajos) se encontrara ampliamente empeñada en las guerras de religión; y el mayor radicalismo de esta Reforma, que no se limitó a corregir el edificio de la Iglesia medieval, como había hecho Lutero, sino que quiso fundarlo de nuevo sobre el modelo de la Iglesia primitiva (aspiración común con el anabaptismo), explican la diversa fisonomía del calvinismo.
La Iglesia calvinista, incluso allí donde está en relaciones de íntima colaboración con el estado, como en Ginebra, es una Iglesia que se gobierna por sí misma, por medio de sus consejos de pastores y de "ancianos" (consistorios, sínodos), creando de este modo en sus fieles el gusto y la capacidad del autogobierno. Su ética está determinada por el desarrollo que asume en la doctrina calvinista la idea de la predestinación. Esta doctrina, que parece que habría de conducir a un fatalismo pasivo, quitando al hombre todo motivo de obrar, se trueca en cambio en el Calvinismo en un enérgico impulso a la acción.
Los que están persuadidos de ser elegidos de Dios e instrumento de sus planes piensan cumplir en sus acciones su eterna voluntad, y recíprocamente encuentran en el éxito de sus acciones una comprobación de su elección. Las obras, eliminadas por Lutero como obras "meritorias", reingresan en la ética reformada como "signos" de la salvación cumplida. El dualismo del mundo y del Reino de Dios, que no es substancialmente menos completo para Calvino que para Lutero, no conduce en este caso a una tolerancia pasiva, sino a una enérgica actividad dirigida a someter el mundo a la voluntad de Dios, y a obligarle a reconocer su gloria.
La motivación de esta actividad en el mundo, por otra parte, está desprovista de todo motivo utópico: el mundo no es substancialmente mejorado por la actividad de los elegidos, y sigue siendo el mundo del pecado, provisional, transitorio, caduco. El calvinismo no espera una instauración milenarista del Reino de Dios (como el anabaptismo), y su visión de la vida perfecta se proyecta decididamente en el más allá (como en el luteranismo y en el catolicismo); pero igual que el catolicismo, y más que el luteranismo, se interesa por el problema de una sistematización de la ciudad terrena que tienda favorablemente a los fines del Reino de Dios.
La ética calvinista se traduce en la vida económica (estimulada por la supresión de la prohibición medieval del préstamo a interés) en un activismo al mismo tiempo libre y austero, que considera la vida como un combate, el lucro como un deber, el éxito como una sanción divina, el lujo como un pecado y la severidad del tipo de vida como un título de nobleza (puritanismo). Esta concepción de la vida, en los siglos XVII y XVIII, especialmente en suelo anglosajón, se cruza con otras influencias de origen humanista y anabaptista, que por una parte conducen a una atenuación de la doctrina de la predestinación (arminianismo) y por otra a una valoración más favorable de la capacidad del hombre natural (iusnaturalismo), e inclinan la autonomía de los elegidos calvinistas en el sentido de la declaración de los derechos del hombre y de la libertad de conciencia.
EL DEVENIR DE LA REFORMA
Nacida de exigencias religiosas, la Reforma se entrecruza, en su difusión, con los intereses políticos y las pasiones nacionales y raciales, polarizando en los Estados germánicos el estado de ánimo impaciente por la influencia, a veces financieramente gravosa, de la curia romana, y sacando provecho de la secularización de los bienes eclesiásticos confiscados por los príncipes, en gran parte en provecho propio. Tal interferencia de motivos determina diversamente la configuración de la Reforma y de la Iglesia en los estados protestantes, y su conexión más o menos estrecha con las autoridades civiles.
Una posición aparte ocupa la Iglesia anglicana, brotada de un acto de gobierno regio al que debe también su fisonomía particular: católica en el rito y en la jerarquía, calvinista en la doctrina y en la moral. Pero la historia de la Reforma en Inglaterra no se identifica con la de la Iglesia anglicana, sino que más bien es la historia de la controversia del anglicanismo con las Iglesias "independientes", de más acentuado carácter calvinista. En Francia, la historia de la Reforma se inserta en la de las luchas de la nobleza provincial contra el creciente absolutismo monárquico. De esta situación de minoría combatida y perseguida se deriva la teoría calvinista del derecho a la resistencia, por parte de los "magistrados inferiores" y de los estados generales, al arbitrio del soberano. En Italia la Reforma se redujo a un movimiento de "élites" intelectuales, más o menos íntimamente unido al humanismo. A este origen cultural deben los reformadores italianos su peculiar fisonomía, que les confiere una posición intermedia entre Renacimiento y Reforma, y los convierte en precursores (incomprendidos y combatidos hasta por los protestantes de su tiempo) de la Ilustración del siglo XVIII (socinianismo).
La época de la Reforma comprende esencialmente los siglos XVI y XVII. En el XVIII afloran en la sensibilidad europea nuevas tendencias, que aunque sigan buscando su inspiración en la fe y en la piedad de la Reforma, señalan al mismo tiempo hacia nuevos problemas y nuevas orientaciones. El predominio de la Biblia en la Reforma quedará sometido a la crítica de la razón y de la historia; el dogma cristiano se resolverá en la "religión natural" (Ilustración); la esfera del sentimiento, relegada a un segundo plano por el objetivismo teológico, eclesiástico y sacramental de la ortodoxia protestante, recobrará la conciencia de su autonomía, contraponiéndose al racionalismo (Pietismo, Metodismo, Romanticismo). El protestantismo vivirá en adelante de su controversia con el mundo moderno, al cual sigue proporcionando importantes temas de meditación espiritual.
Obras de Martín Lutero
A continuación, se ha expuesto una relación con la mayor parte de los escritos que Martín Lutero realizó a lo largo de su vida. Hay que tener en cuenta que, dadas la capacidad de trabajo y la facilidad que tenía Lutero para la escritura, su obra es muy extensa, por lo que hay aún varios escritos que no aparecen en la presente lista. Aún así, este apartado bien puede servir como referencia para aquellos que estén interesados en la figura y en la obra del reformador.
1517-1518
– Las 95 tesis (1517).
– Asterisco.
– Actas de Augsburgo.
1519
– Comentarios sobre la Epístola a los Gálatas.
– Trabajo en los Salmos.
– Sermón en el Sacramento Bendecido del verdadero y santo cuerpo de Cristo.
– Hermandades.
1520
– En el Papado de Roma.
– Sermón de buenas obras.
– A la nobleza cristiana de la nación alemana.
– Preludio en el cautiverio babilónico de la Iglesia (De la libertad cristiana y la cautividad
Babilónica de la Iglesia).
– La libertad del cristiano.
– Epístola al Papa León X.
– Contra la bula execrable del Anticristo.
1521-1522 (escritas durante su estancia en el castillo de Wartburg)
– Sobre la confesión.
– Sobre los votos monásticos.
– Sobre la abrogación de la misa privada.
– Una sincera amonestación por Martín Lutero a todos los cristianos para guardarse de la insurrección y rebelión.
– Responsio contra la “Apología de la verdad católica contra Lutero”.
– Confutación de la razón latomiana.
– Escrito contra Enrique VIII.
– Comentario al Salmo 67.
– Apostillas eclesiásticas.
– Traducción y comentario al “Magnifica”.
– Contra el falsamente llamado estado eclesiástico del Papa y los Obispos.
– A los consejeros de todas las ciudades de Alemania sobre el deber de fundar y
Sostener escuelas.
– Traducción de la Biblia al alemán (1522-1534).
· Traducción del Nuevo Testamento al alemán (1521-1522).
· Traducción del Pentateuco (1523).
· Traducción de los libros históricos, el de Job, de los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés y El cantar de los cantares (1524).
· Traducción de los libros de los Profetas (1526-1530).
– Cuadernillo bautismal (1523-1526).
1524-1528
– Contra las hordas asesinas y ladronas del campesinado.
– Exhortación a la paz a propósito de los doce artículos de los campesinos.
– De servo arbitrio (1525).
– Escritos suabos (1525).
– Misa alemana (1526).
– Sermón en el sacramento……contra los espíritus fanáticos.
– Sobre si los hombres de la guerra pueden alcanzar la bienaventuranza (1526).
– Estas palabras todavía se mantienen firmes (1527).
– Confesión con respecto a la Cena del Señor (1528).
1528-1529
– Catecismo Mayor.
– Catecismo Menor.
1530
– Carta sobre el arte de traducir
– Comentarios al Edicto de Augsburgo.
– Amonestación del doctor Martín Lutero a sus queridos alemanes.
– Warnung an die lieben Deustchen (1531).
1536
– Sobre los Concilios de la Iglesia (1536).
– El deber de las autoridades civiles de oponerse a los anabaptistas mediante castigos
corporales.
1540-1544
– Contra Agrícola de Eisleben (1540).
– Sobre los judíos y sus mentiras (1543).
– Confesión sobre el Santo Sacramento (1544).
1545
– Contra el Papado de Roma fundado por el diablo.
– Escritos contra los teólogos de Lovaina y París y contra el duque de Braunschweig-
Wolfenbuttel.
– Comentarios al libro del profeta Isaías y al Génesis.
“Año del Diálogo y la Reconciliación Nacional”
VIDA Y OBRA DE PLATÓN
Zuñiga Gomez Melanie Kimberly
Mamani Torres Nancy
Cruz Condori Maria Fernanda
Aracena Lupaca Marcos Aldo
Cairo Ibárcena Sofía Celeste
Mayo 2018
Efren Medardo Huayapa Merma
Ingeniería civil
Filosofía de la ciencia, tecnología e innovación
Ciclo I
Sección “B”
Moquegua-Perú
AGRADECIMIENTO:
Todos nuestros logros los debemos a seres que nos ayudan en todo momento. Primeramente, agradecemos a DIOS que nos da la capacidad de aprender y siempre está con nosotros. Además, a nuestros padres por brindarnos amor, darnos la oportunidad de estar en la Universidad, y apoyarnos. Y a los maestros por inculcarnos conocimientos.
PRÓLOGO:
El presente trabajo es del curso de Filosofía de la ciencia tecnología e innovación, y va a tratar sobre Platón.
En el desarrollo del trabajo, se tuvo un poco de dificultad debido a la poca cantidad de información con la cual contábamos, pero lo pudimos resolver. Además después de este, no hubo ningún otro inconveniente.
Nos da mucho gusto poder desarrollar este tipo de trabajos ya que son de temas de suma importancia y que nos van a ayudar a ampliar nuestros conocimientos.
INTRODUCCIÓN:
En todos los tiempos ha habido y hay, personas que con un talento innato y con una curiosidad por saber más, han logrado ser grandes filósofos, pensadores, científicos, literatos, etc. Y todos los conocimientos que tenemos hoy en día se los debemos, en un gran parte, a ellos.
Sin embargo, lamentablemente hoy en día muchas personas ignoran estos temas o simplemente los pasan por alto. Y de hecho es una actitud muy incorrecta, no por el hecho que les debamos algo, aunque si lo hacemos; sino, por cultura, por historia, por amor al conocimiento es que debemos de interesarnos en cada día saber más, conocer a estos grandes personajes, sus hazañas, sus ideas, su filosofía, sus errores, su todo.
Y por eso, el objetivo de este trabajo es informar, brindar información de manera amplia, veraz y detallada, dar a conocer un tema importante para la humanidad, y está sobreentendido, que el tema va a ser presentado con vocabulario y expresión sencilla, de manera que sea fácil de comprender.
El tema a tratar es la vida y obra de Platón, un filósofo griego que según algunos, es el verdadero fundador de la filosofía. Además, todo el tema será desarrollado de manera amplia, en el cual hablaremos sobre su biografía, obras, filosofía, ideas y entre otras cosas.
Cabe recalcar que esta monografía tiene como fuentes las páginas web, y para recolectar la información presente se usaron técnicas como el resumen, ideas principales, etc.
Además, lo que deseamos no solo es informar, sino hacer reflexionar a las personas para que tomen más importancia a estos temas.
CAPÍTULO 1:
BIOGRAFÍA:
Platón fue un filósofo aprendiz de Sócrates y maestro de Aristóteles, además, es reconocido por sus diálogos, en los que habla filosofía, metafísica, epistemología, ética, ontología, política, arte, y muchos otros temas.
Platón nació probablemente en Atenas o en Egina en el año 427 a.C. y murió en Atenas el 347 a.C.
Nació en el seno de una familia aristocrática ateniense, en la que algunos miembros habían usurpado el poder de Atenas luego de la Guerra del Peloponeso. Es por ello que, pese a pertenecer a la oligarquía, Platón en varias ocasiones mostró su rechazo al gobierno que tenía Atenas en ese entonces.
Era hijo de Aristón, quien se decía descendiente de Codro, el último de los reyes de Atenas, y de Perictione, cuya familia estaba emparentada con Solón; era hermano menor de Glaucón y de Adimanto, hermano mayor de Potone, y medio-hermano de Antifonte.
Critias y Cármides, miembros de la dictadura oligárquica de los Treinta Tiranos que usurpó el poder en Atenas después de la Guerra del Peloponeso, eran, respectivamente, tío y primo de Platón por parte de su madre.En consonancia con su origen, Platón fue un acérrimo anti-demócrata; con todo, ello no le impidió rechazar las violentas acciones que habían cometido sus parientes oligárquicos y rehusar participar en su gobierno, como lo habíamos mencionado anteriormente.
El nombre de Platón fue, al parecer, el apodo que le puso su profesor de gimnasia y que se traduce como aquel que tiene anchas espaldas, según recoge Diógenes Laercio en “Vida de los filósofos ilustres”. Su nombre verdadero fue Aristocles.
Espeusipo, sobrino de Platón, elogia la rapidez mental y la modestia que tuvo de niño, así como su amor por el estudio. En su juventud se habría interesado por artes como la pintura, la poesía y el drama; de hecho, se conserva un conjunto de epigramas que suelen ser aceptados como auténticos, y la tradición refiere que había escrito o tenía interés en escribir tragedias, afán que acabó cuando comenzó a asistir a las reuniones impartidas por Sócrates. Y este interés por el arte rápidamente cambió a odio, al punto de promover, en la construcción de su Estado ideal, la expulsión de los poetas.
Además, según se ve en su teoría educativa, siempre se interesó por la gimnasia y los ejercicios corporales, y ciertas fuentes refieren que se habría dedicado a las prácticas atléticas.
Y que habría participado asimismo de algunas batallas de la Guerra del Peloponeso y de la Guerra de Corinto, pero no hay información al respecto más que simples menciones del caso.
En cuanto a su formación intelectual temprana, Aristóteles refiere que, antes de conocer a Sócrates, Platón había tratado con el heraclíteo Crátilo y sus ideas de que todo lo sensible está en devenir y, por tanto, de que no es posible el conocimiento científico acerca de ello; pero que luego, influido por Sócrates y su enseñanza e insistencia en inquirir y definir qué es cada cosa para poder hablar de ella con propiedad, se convenció de que había realidades cognoscibles y, por tanto, permanentes, y decidió que no eran sensibles, el ámbito de lo que siempre deviene y nunca es, sino de naturaleza inteligible. Éste es, según Aristóteles, el origen de la teoría de las Ideas, y su información nos permite reconstruir algo del itinerario biográfico-intelectual de Platón.
Según Diógenes Laercio, Platón conoció a Sócrates a la edad de 20 años. Y el primer encuentro se produjo entre el 412 y el 407. A partir de allí, fue uno de los miembros más cercanos del círculo socrático hasta que en 399, Sócrates, que contaba unos setenta años, fue condenado a la pena de muerte por el tribunal popular ateniense, acusado por los ciudadanos Ánito y Meleto de "impiedad", es decir, de no creer en los dioses o de ofenderlos, y de "corromper a la juventud". La Apología nos muestra a Sócrates frente al tribunal, ensayando su defensa y acusando a sus opositores de la injusticia que estaban cometiendo contra él; luego de ser declarado culpable, Sócrates menciona a un grupo de amigos que están en la tribuna, entre ellos Platón. Sin embargo, Platón mismo hace que Fedón diga, en el diálogo que lleva su nombre y al referir a Equécrates la tarde última de Sócrates con sus amigos antes de beber la cicuta, que "Platón estaba enfermo, creo".
Se han visto varias hipótesis, algunas acusando a Platón de no ser tan amigo de Sócrates como se pensaba, pero este juicio no estaría en relación con el afecto que le demuestra en toda su obra. Otros piensan que simplemente, Platón no fue porque no soportaba la idea de ver a Sócrates siendo juzgado y castigado.
Luego de la pérdida de Sócrates, Platón, que tenía sólo veintiocho años, se retiró con algunos otros de los discípulos de su maestro a Megara, Sicilia, a la casa de. De allí habría viajado a Cirene, donde se reunió con el matemático Teodoro y con Arisitipo; y a Egipto, aunque estos dos últimos viajes son puestos en duda por muchos especialistas.
En general, en estos viajes conoció a diferentes pensadores que influirían en su pensaliento, como es el caso de los pitagóricos, de los que aprendió el concepto de la armonía; o Parménides, del que pudo desarrollar su idea de alma. Según un relato tradicional, al final de su visita, Platón habría sido vendido como esclavo por orden de Dionisio y rescatado por el cirenaico Anníceris en Egina, polis que estaba en guerra con Atenas.
A la vuelta de Sicilia, se estima que al poco tiempo, Platón compró una finca en las afueras de Atenas, en un emplazamiento dedicado al héroe Academo, y fundó allí la Academia, que funcionó como tal ininterrumpidamente hasta el año 86 a.C. al ser destruida por los romanos, siendo restituida y continuada por los platónicos hasta que en 529 d. C. fue cerrada definitivamente por Justiniano I, quien veía en las escuelas paganas una amenaza para el cristianismo y ordenó su erradicación completa.
Numerosos filósofos se formaron en esta milenaria Academia, incluyendo el mismo Aristóteles durante la dirección de Platón, junto a quien trabajó alrededor de veinte años, hasta la muerte de su maestro.
La santidad del lugar era grande, y se celebraban otros cultos allí, incluidos los de la misma Atenea. Para formar una sociedad que tuviera su tierra y sus locales propios, como hizo Platón, parece que era un requisito legal el registrarla como thíasos, es decir, como asociación de culto dedicada al servicio de alguna divinidad. Platón eligió a las Musas, que ejercían el patronazgo de la educación. Las comidas en común eran famosas por su combinación de alimentos sanos y moderados con una conversación que valía la pena recordar y anotar. Se cuenta que un invitado dijo que los que habían cenado con Platón se sentían bien al día siguiente.
En la Academia, que no aceptaba personas sin conocimientos matemáticos previos, se impartían enseñanzas sobre distintas ciencias, tales como, aritmética, geometría, astronomía, armonía, puede que también ciencias naturales; a modo de preparación para la dialéctica, el método propio de la inquisición filosófica, la actividad principal de la institución; asimismo, también era principal actividad, en consonancia con lo expresado en República, la formación de los filósofos en política, de modo que fueran capaces de legislar, asesorar e incluso gobernar.
Platón también recibió influencias de otros filósofos, como Pitágoras, cuyas nociones de armonía numérica y geomatemáticas se hacen eco en la noción de Platón sobre las Formas; también Anaxágoras, quien enseñó a Sócrates y que afirmaba que la inteligencia o la razón penetra o llena todo; y Parménides, que argüía acerca de la unidad de todas las cosas y quien influyó sobre el concepto de Platón acerca del alma.
Platón murió en el 347 a. C., a los 80-81 años de edad, dedicándose en sus últimos años de vida a impartir enseñanzas en la academia de su ciudad natal.
CAPÍTULO 2:
INFLUENCIAS FILOSÓFICAS:
Platón no obtuvo todos sus conocimientos de la nada. Su pensamiento se fue construyendo sobre y contra las ideas de los que le precedieron. Algunas de sus concepciones más profundas y originales fueron el resultado de intentar resolver diversos problemas que había heredado de la filosofía anterior y que le preocupaban vivamente.
Heráclito:
Su afirmación del devenir constante del mundo sensible es compartida por Platón. Ahora bien, en el contexto de la filosofía platónica, esto viene a significar que de una realidad continuamente cambiante no puede haber verdadero conocimiento, pues no puede haber conocimiento de lo que, una vez definido, ha cambiado ya.
Parménides:
Su distinción entre lo que verdaderamente existe, el ser, y el universo cambiante, el no ser, se recoge en el pensamiento platónico: las ideas son lo que existe de verdad y poseen las mismas características que el ser de Parménides.
Sin embargo, en Platón el mundo sensible no se equipara exactamente al mundo del no-ser parmenídeo, sino que, más precisamente, vendría a situarse en un plano ontológico y epistemológico intermedio entre el ser y el no-ser; es decir, el mundo sensible, aunque no tendría el status pleno e inmutable del ser, no por eso carecería completamente de realidad, y, por lo tanto, aunque no podría ser objeto de conocimiento verdadero, sin embargo podría ser objeto de creencia u opinión.
Pluralistas y atomistas:
En su explicación de la naturaleza, Platón sostiene que el orden que se observa en el universo no puede surgir del azar y del desorden sino que sólo puede proceder de una inteligencia ordenadora. Retorna así, Platón, en cierto modo, al concepto de inteligencia ordenadora que mantenía Anaxágoras.
Por otro lado, al postular una materia eterna, caótica y dotada de movimientos irregulares, como otro principio del cosmos, Platón se separa da Anaxágoras y se aproxima a los atomistas, Leucipo y Demócrito, quienes sostenían igualmente la eternidad de la materia y del movimiento.
Orfismo:
Podemos definir a los “orficos”, como, gente que, uniendo por una parte, elementos procedentes del culto de Apolo y de las creencias tracias en la reencarnación, por otra, creyeron que el alma podía sobrevivir, si se mantenía pura, y, para ilustrar esta teoría, elaboraron una mitología parcialmente personal, con Dioniso como figura central. Esta teoría de la reencarnación será asumida por los pitagóricos y por Platón.
Pitagorismo:
Platón hereda la pasión de los pitagóricos por las matemáticas como vislumbre de la verdad eterna. El número era, para ellos, el principio que gobernaba la estructura de la totalidad del mundo. Para Platón las matemáticas también están llenas de significado tanto metafísico como matemático; así a los objetos geométricos asigna Platón en la República las propiedades de “eternos, no sujetos a cambio y desaparición” que “tienden a llevar a las almas hacia la verdad y a formar mentes filosóficas elevando hacia arriba facultades que indebidamente dirigimos hacia tierra”.
La reencarnación y la inmortalidad del alma, así como la referencia al cuerpo como cárcel del alma, son todos ellos elementos pitagóricos presentes en la obra de Platón.
La idea pitagórica de la filosofía como purificación, esto es, la idea de que la purificación y salvación del alma dependía en gran medida del uso de los poderes de la razón y de la observación con objeto de obtener conocimiento que tendría un efecto purificante, se encuentra también en la filosofía de Platón.
Sofistas:
El pensamiento de Platón surge, en gran medida, como respuesta a los planteamientos de los sofistas. La crítica platónica podemos cifrarla en cuatro puntos:
Crítica a la mercantilización que los sofistas hicieran del saber, a todas luces indigna del conocimiento.
Crítica a la manera de entender el lenguaje, como instrumento de persuasión manipulación.
Crítica al relativismo y al relativismo ontológico.
Crítica a la distinción physis/nomos, que Platón interpreta en clave de oposición entre: lo que por naturaleza no cambia y por ello no está sujeto a dictamen humano, y lo que es convencional y arbitrario y que, por ello, es susceptible de discusión y también de alteración.
Sócrates:
El influjo que ejerció la persona y el pensamiento de Sócrates en la formación de Platón es la más decisiva de todas las señaladas. Señalaremos las claves fundamentales de esa influencia:
Platón hace de Sócrates el protagonista de la mayor parte de sus diálogos. Pretendía, posiblemente, homenajear al que consideraba el más honesto de los ciudadanos, y de paso, mostrar la injusticia que la democracia cometiera con él.
Hereda de Sócrates el convencimiento de que era imposible fundar una convivencia duradera sobre la base de que cada cual entienda a su modo qué es la justicia, o la piedad, o cualquier otra virtud cívica. Era necesario, como decía Sócrates, reducir la pluralidad de opiniones a una sola definición.
Consiguientemente acepta, aunque sólo parcialmente, la teoría socrática de la definición universal, ya que como señaló Aristóteles, Sócrates no “concedía a los universales (las esencias expresadas en la definición) existencia separada” del mundo sensible, mientras que Platón sí lo hace al situarlas en el Mundo de las Ideas.
La identificación socrática del saber con la virtud, esto es, lo que denominamos intelectualismo moral, es uno de los elementos fundamentales de la ética platónica y más adelante, aunque en menor medida, lo será de la de Aristóteles.
CAPÍTULO 3:
OBRAS:
Todos los trabajos de Platón se han conservado casi completos. La mayor parte de estos están escritos en forma dialogada; de hecho, Platón fue el primer autor que utilizó el diálogo para exponer un pensamiento filosófico, y tal forma constituía ya por sí misma un elemento cultural nuevo: la contraposición de distintos puntos de vista y la caracterización psicológica de los interlocutores fueron indicadores de una nueva cultura en la que ya no tenía cabida la expresión poética u oracular, sino el debate para establecer un conocimiento cuya legitimación residía en el libre intercambio de puntos de vista y no en la simple enunciación.
La obra de Platón puede dividirse cronológicamente en cuatro etapas:
Primeros diálogos o diálogos socráticos o de juventud: Se caracterizan por sus preocupaciones éticas. Están plenamente influidos por Sócrates. Las más destacadas son: Apología, Ion, Critón, Protágoras, Laques, Trasímaco, Lisis, Cármides y Eutifrón.
Época de transición: Esta fase se caracteriza también por cuestiones políticas, además, aparece un primer esbozo de la Teoría de la reminiscencia y trata sobre la filosofía del lenguaje. Destacan: Gorgias, Menón, Eutidemo, Hipias Menor, Crátilo, Hipias Mayor y Menexeno.
Época de madurez o diálogos críticos: Platón introduce explícitamente la Teoría de las Ideas recién en esta fase y desarrolla con más detalle la de la reminiscencia. Igualmente se trata de distintos mitos. Destacan: El Banquete, también conocido como Simposio, Fedón, República y Fedro.
Diálogo de vejez o diálogos críticos: En esta fase revisa sus ideas anteriores e introduce temas sobre la naturaleza y la medicina. Destacan: Teeteto, Parménides, Sofista, Político, Filebo, Timeo, Critias, Leyes y Epínomis.
Los personajes de los diálogos son generalmente personajes históricos, como Sócrates, Parménides de Elea, Gorgias o Fedón de Elis, aunque a veces también aparecen algunos de los que no se tiene ningún registro histórico aparte del testimonio platónico. Cabe destacar, que si bien en muchos diálogos aparecen discípulos de Sócrates, Platón no aparece nunca como personaje. Solamente es nombrado en Apología de Sócrates y en Fedón, pero nunca aparece discutiendo con su maestro ni con ningún otro.
Los escritos de Platón presentan dos características principales:
La inmensa mayoría de su obra está escrita en forma de diálogo.
A lo largo de su vida Platón reelabora su doctrina, por lo que es conveniente dividir su producción filosófica en etapas diferenciadas, ya nombradas anteriormente.
Sus obras fueron:
Apología
Ion
Critón
Protágoras
Laques
Trasímaco
Lisis
Cármides
Eutifrón
Gorgias
Menón
Eutidemo
Hipias Menor
Crátilo
Hipias Mayor
Menexeno
El Banquete
Fedón
República
Fedro
Teeteto
Parménides
Sofista
Político
Filebo
Timeo
Critias
Leyes
Epínomis
Principales obras:
Apología de Sócrates:
Es una obra de Platón que da una versión del discurso que Sócrates pronunció como defensa, ante tribunales atenienses, en el juicio en el que se le acusó de corromper a la juventud y no creer en los dioses de la polis. Aunque su datación exacta es incierta, el texto, por su temática, pertenece al ciclo platónico de las primeras obras llamadas socráticas, que Platón escribió en su juventud, incluso algunos piensan que es su primera obra.
Esta obra, se divide en tres partes. La primera, para propia defensa de Sócrates, y que contiene las partes más famosas del texto, como el recuerdo que realiza Queofonte y su refutación a Meleto; la segunda y tercera, donde Sócrates es condenado a muerte.
Cármides:
Esta obra es un diálogo de Platón en el cual se plantea o habla sobre la necesidad e importancia de la virtud del hombre.
Además pertenece al primer periodo de su vida según el uso cronológico de la estilometría, que se basa en la suposición de que el estilo y el lenguaje de un autor en un periodo suficientemente largo están sujetos a cambios, que se basa en la aparición de palabras y expresiones.
Este diálogo involucra a 4 personajes, tres de ellos conversan sobre la virtud de prudencia. Estos 4 personajes son: Cármides, Sócrates, Critias y Querefonte.
El diálogo se desarrolla después de la batalla de Potidea, en el año 432 a.C.
El día después de su vuelta de la guerra, Sócrates visita la palestra de Táureas, Querefonte lo encuentra y lo lleva al encuentro de Critias. Sócrates movido por la curiosidad pregunta a Critias que tal le iba ahora a la filosofía, cómo andaba la juventud y si alguno se distinguía por su saber o su hermosura, es entonces que Cármides aparece como el joven más bello y de esta manera comienza el desarrollo del diálogo.
Crátilo:
Es el nombre de un diálogo que escribió Platón en el año 360 a.C.
En este se habla sobre Hermógenes que le pide a Sócrates que intervenga en una discusión que mantiene con Crátilo sobre si el significado de las palabras viene dado de forma natural, como postula Crátilo, o po el contrario, es arbitrario y depende del hábito de los hablantes.
Esta obra es una de las primeras obras filosóficas de la Antigua Grecia en tratar materias etimológicas y lingüísticas.
Critias:
Es uno de los últimos diálogos de Platón y parece ser una continuación de La República y el Timeo. Además, también se le llama La Atlántida.
Su contenido describe la guerra entre la Atenas prehelénica y la Atlántida, hipotético imperio occidental e isla misteriosa descrita por el sofista Critias.
Éste sostiene que la Atlántida existió en un época muy remota y que dicha isla mitológica fue tragada por el mar y se perdió para siempre.
Critón
Diálogo corto pero importante. Es una conversación entre Sócrates y su amigo adinerado Critón. Hablan sobre la justicia, la injusticia, y sobre la apropiada respuesta a la injusticia.
El Banquete
También conocido como El simposio es un diálogo platónico compuesto hacia el año 380 a. C. que versa sobre el amor. Esta obra conformó la idea de amor platónico.
Epínomis
Eutidemo
Diálogo de Platón en el que, mediante un magistral recurso dramático, se contrapone la erística propia de los sofistas con la dialéctica practicada por Sócrates.
Eutifrón
También conocido como Sobre la piedad es un diálogo de Platón perteneciente a la serie llamada Primeros diálogos, escritos en la época en que el autor era aún joven.
La República:
Es la más conocida e influyente obra de Platón, y es el compendio de las ideas que conforman su filosofía. Se trata de un diálogo entre Sócrates y otros personajes, como los discípulos o parientes del propio Sócrates. La obra está compuesta por diez libros, separados sin correspondencia con los cambios en los temas de discusión que se presenta.
El tema central de la República es la reflexión sobre qué es la justicia y cómo se expresa en el hombre, lo que lleva a Platón a abordar la organización de la ciudad-estado ideal. Según Platón, ésta debe estar dividida jerárquicamente en tres clases: en la parte inferior, la clase de los trabajadores manuales; la posición intermedia la ocupa la clase de los guerreros; y en la cúspide, la clase de los dirigentes. Estos últimos, formados en la filosofía para alcanzar “al fin la visión intelectual del Bien absoluto y el límite extremo del mundo inteligible”.
El Estado es, pues, el que regula las uniones sexuales entre varones y mujeres para asegurarse, como se hace con la cría del ganado, de “que los mejores individuos de uno y otro sexo se relacionen entre sí las más de las veces, y los inferiores con los inferiores; además, es preciso criar a los hijos de los primeros y no a los de los segundos, si se quiere que el rebaño no degenere”
Por otro lado, si un hijo fuera concebido con una mujer que no fuera la que le ha asignado el Estado será considerado ilegítimo y por tanto la madre deberá “abandonarlo porque el Estado no se hará cargo de alimentarlo”.
Además, en esta obra participan diferentes personajes, tales como, Sócrates, Glaucón, Polemarco, Trasímaco, Adimanto, Céfalo y Clitofonte.
CAPÍTULO 4:
La doctrina de Platón:
Teoría de las ideas:
La doctrina de Platón comienza allí donde la había dejado Sócrates. Éste, en efecto, enseña que se da un bien moral que va más allá de la acción particular considerada como buena, y que sanciona todo acto. Pero esta respuesta no es suficiente para Platón. Hay que definir en qué consiste exactamente el bien en sí. ¿Cómo se forman en la mente o de dónde provienen esas ideas que nos hacemos de bien, justicia, belleza, honradez, etc.? La respuesta de Platón es la siguiente: existen realidades eternas que se hallan en un mundo separado no perceptible por nuestros sentidos.
A estos universales los denomina ideas. No hay que entender esas ideas a la manera en que hoy las comprendemos. Se trata más bien de arquetipos, paradigmas de los objetos de este mundo, los cuales para Platón son meras copias o "sombras", sujetas, por otra parte, a continuo fluir y devenir. Tampoco hay que entender ese "lugar" donde se hallan como un lugar espacial. Lo que Platón pretende con la teoría de las ideas es reconciliar y asociar la teoría parmenídea del ser inmóvil con la heraclitiana del devenir incesante.
De un lado tenemos el ser y su unidad que conforman el mundo de las ideas, y de otro, las cosas sensibles que conforman el mundo del devenir, del cambio. Las Ideas existen en comunidad jerarquizada, de modo que las inferiores se hallan comprendidas en las superiores, en una escala que culmina en la Idea de Bien.
De ella participan, en última instancia, todas las demás ideas. Pero no hay que identificar esta idea de Bien con Dios todopoderoso, porque ella hace referencia a un Alma y no a un Dios creador originario.
El conocimiento
Para Platón, conocer es recordar, por reminiscencia, las verdades ya sabidas por el alma antes de su encarnación. Conocer la verdad de un ser no es ir en pos del ser, sino de su idea, de lo inmutable que en él reside.
Platón viene a decir que toda la esencia nos ha sido dada de antemano, que ya está presente en nosotros y no precisamente por la experiencia. Esta doctrina del conocimiento la ilustra con el famoso mito de la caverna, narrado en el libro VII de la República: La naturaleza del hombre se asemeja a la de unos prisioneros encerrados desde su infancia en una caverna. Desde ella solamente ven las sombras que, reflejadas por el sol, se proyectan en la pared de enfrente. Si se soltara a uno de esos prisioneros, al principio se cegaría y no vería nada, pero luego vería poco a poco los objetos tal como son. Llegaría, incluso, a ver el sol en su nítida pureza.
Así, los hombres, en su estancia terrena, no ven más que las sombras, es decir las proyecciones de la verdadera realidad. Pero según los grados de su perfección, pueden no sólo conocer los objetos iluminados, sino el sol mismo, que todo lo ilumina y que representa al Bien.
Dios y el mundo
Platón no llega a una identificación expresa de su Idea de Bien con su Idea de Dios. Pero está claro que, aunque habla muy a menudo de los dioses, piensa en un solo Dios, idea que aparece más clara al final de su vida. Más allá de la letra de sus escritos, se puede concluir, manteniendo la fidelidad a su espíritu, que Platón tiene la idea de un Dios ordenador del mundo, y "situado" fuera del mundo. No se trata de un Dios personal, al estilo del Dios cristiano, sino de un primer ser, alma ordenadora por excelencia, quien valiéndose de demiurgos mediadores, configura el mundo a partir de la materia preexistente y crea las almas individuales y el alma del mundo. El mundo se debe a la bondad de Dios.
Platón expone el proceso de "creación" en el Timeo. Según él, el demiurgo infundió un alma a la naturaleza amorfa preexistente, configurando las cosas en vista a los modelos de las Ideas. A la materia así informada la instaló en el espacio y en el tiempo. No se trata, pues, de una creación en sentido estricto de la palabra. En definitiva, el mundo material es "el mundo de las sombras", pues se contrapone al de las realidades, que es el mundo de las Ideas. Este mundo visible participa del mundo de las Ideas, ya que necesita de esa referencia para existir. El alma del mundo es inmortal y perdura después de la muerte, es semoviente y principio del movimiento de todo lo que no es ella misma; cuerpo etc...
El hombre y el alma
Según Platón, el hombre se compone de alma y cuerpo, pero la parte absolutamente más noble y destacable es el alma, porque es espiritual, y por lo tanto eterna e imperecedera. La espiritualidad le viene dada por su origen, pues procede de una existencia anterior, donde fue puesta por los demiurgos. En aquel lugar contemplaba las Ideas, mas como castigo a una culpa cometida, fue arrojada al cuerpo, y en él mora temporalmente hasta que pueda regresar a su lugar de origen.
Por lo tanto, la unión alma-cuerpo es accidental, pero no con absoluta independencia. La interdependencia y complementariedad, las explica acudiendo a las tres partes de que consta el alma: la parte concupiscible o apetitiva (que tiene su sede en el vientre y a la que se deben las sensaciones placenteras), la parte irascible o volitiva (que reside en el pecho y a la que corresponden los afectos) y la parte racional o intelectual (que reside en la cabeza, que constituye la parte específicamente humana y que está en contacto con las Ideas).
En su obra `El diálogo de Fedro' describe esta explicación de modo simbólico: "El alma es semejante a un carro alado, del que tiran dos briosos corceles, uno blanco y otro negro, regidos por un auriga moderador". Cuando muere el cuerpo, el alma sigue existiendo. Esta existencia posterior será plena, si durante su peregrinaje por este mundo ha conseguido la purificación por medio de la virtud; de no ser así, se reencarnará en otro ser, hasta que en la sucesión de encarnaciones logre la perfección.
Íntimamente ligada con esta doctrina, pero también con su metafísica, se halla la ética de Platón. La vida humana significa para el hombre la búsqueda de la verdad. Por eso, la parte más valiosa del hombre, el alma, añora el retorno a la contemplación directa y plena de las Ideas. A esta contemplación llegará mediante la perfección que le concede la práctica de las virtudes, correspondientes a cada parte del alma.
Por eso establece cuatro virtudes fundamentales: a la parte concupiscible le asigna la templanza, la moderación, por la cual el hombre domina las pasiones; a la parte irascible, la fortaleza o valor; a la superior o razón, la prudencia o sabiduría. Por encima de todas ellas y como más importante, está la justicia, virtud por excelencia, en la que se intercomunican las otras tres. De esta forma está admitiendo también cierta interinfluencia entre alma y cuerpo.
La política:
Platón presta poca atención a los países y las relaciones entre los estados. Este centra su atención en la polis, la ciudad griega, y considera que la vida en común de los hombres se debe al imperativo del instinto, y no a un acuerdo deliberado. A imagen del alma, la polis está constituida por tres clases o estamentos: el pueblo, los guerreros y los filósofos. Al pueblo, cuya virtud fundamental es la templanza, le compete producir los bienes para sí y para los otras dos clases; a los guerreros, a quienes se les asigna la virtud de la fortaleza y el valor, les corresponde el mantenimiento del orden y la defensa de la ciudad; por último, a los filósofos, cuya virtud será la prudencia, les está asignado el gobierno y la educación de los ciudadanos.
La armonía entre las tres clases es garantizada por la justicia, que regula las relaciones entre los hombres. Entre las diversas clases de gobierno, Platón opta por la monarquía, la cual procurará establecer un equilibrio entre los grupos sociales en natural tensión.
Deberán ser eliminados los individuos que nazcan deformes o minusválidos. Serán prohibidos el matrimonio y la propiedad privada para las clases de los guerreros y de los gobernantes, para que puedan dedicarse por completo a las tareas que se les han encomendado. Propone así, para estas clases, comunidad de bienes y de mujeres.
El soberano deberá ser elegido entre los mejor preparados. Si el soberano no es elegido, se corre el peligro de que los guerreros se adueñen del poder, sometan a los demás y entonces tendrá lugar la timocracia, es decir, el gobierno de los más fuertes; si el gobierno cae en manos de los poderosos y ricos, se caerá en la oligarquía.
La democracia es una forma de gobierno indeseable, porque al amparo de las libertades ficticias, se llegará al desgobierno, y, en el desorden, se provocará la toma del gobierno por parte del tirano.
Esta concepción utópica propuesta en La República, se vuelve más realista en las Leyes, donde Platón se atiene a una legislación que tenga en cuenta la "debilidad de la naturaleza humana", de forma que esa ley promueva en los individuos la adhesión al bien, justificación, en última instancia, de la ley.
CAPÍTULO 5:
APORTES DE PLATÓN:
El idealismo:
Esta es una de las teorías filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, que sostiene la primacía de las ideas por encima de los objetos y lo material. De acuerdo a esta teoría, las ideas están primero que las cosas, ya que los objetos no pueden existir sin que antes haya una consciencia de ellos.
El sujeto y el pensamiento tienen un papel central en esta hipótesis, que fue fundada retomada posteriormente por numerosos pensadores. Entre los más destacados, se encuentran el inglés George Berkeley y el filósofo prusiano Immanuel Kant.
Platón y la educación:
Platón siempre mostró una preocupación e interés por la educación y sus ideas sobre el tema se terminaron por materializarse en la fundación de la Academia.
Allí se estudiaban e investigaban diferentes temas que luego fueron separándose en disciplinas como la lógica, la ética y la física, entre otras. El conocimiento para Platón era la clave para poder separar el bien y el mal y acercarse a la virtud, y por esto daba especial importancia a la educación de todos los individuos.
Platón se preocupó por la educación de los más jóvenes de manera igualitaria, es decir, la misma educación para niñas y niños. En el proceso educativo, los individuos adquieren las habilidades y conocimientos suficientes para tomar conciencia de la existencia del mundo inteligible, es decir, el mundo de las ideas, y acercarse a él. Solo a través de la educación, los hombres pueden liberarse y apartarse del mundo terrenal para poder alcanzar por fin la auténtica realidad, la virtud.
Como filósofo idealista, el conocimiento era lo más importante para Platón y por ello propuso que los niños comenzaran su proceso educativo a partir de los 5 años para desarrollar todas sus habilidades y aptitudes físicas e intelectuales de manera óptima.
Diálogos y dialéctica
La narrativa utilizada por Platón permitió poner de manifiesto los pensamientos socráticos y posteriormente los platónicos.
A diferencia de otras formas de desarrollo del pensamiento filosófico, el método dialógico permitía la discusión de los puntos temáticos para al final revelarse la verdad.
Esta técnica confrontaba un poco el carácter idealista de Platón con la minuciosidad en el análisis de los temas que se planteaba.
Funcionó para brindar al pensamiento filosófico una base dialéctica y narrativa que no se enfrascara en la simple exposición de postulados e ideas abstractas, sino que pudiesen transferirse a un plano real.
Anamnesis
Platón introdujo la anamnesis, término aplicado también en las ciencias de la salud, en la filosofía como la capacidad del alma para recordar experiencias y conocimientos previos que se olvidan al dejar el cuerpo y entrar en otro.
Para Platón, el conocimiento son recuerdos que el alma ha adquirido en etapas previas, y que deben ser despertados en cada hombre para su fácil acceso.
Esta forma de conocimiento representaría un acercamiento a la forma ideal de cada elemento existente.
Concepción de un Estado ideal:
En su obra La República, Platón comienza a discernir sobre los elementos que conformarían un modelo de Ciudad-Estado ideal; la madre de las utopías.
Platón divide la estructura del Estado en tres clases principales: los guardianes de la élite, los militares y las masas; así como tres formas de gobierno: monarquía, oligarquía y democracia.
Para Platón, el nivel de instrucción de las élites debe ser el ideal para poder gobernar, y no se debería dejar el poder en mano de las masas.
Permite cierta flexibilidad social, ya que lo propuesto por Platón sería el escenario ideal, y la realidad manifestaba una estructura de Estado distinta. Platón no abolía, sino que consideraba necesarios, aspectos como la esclavitud.
CAPÍTULO 6:
FRASES DE PLATÓN:
“Los sabios hablan porque tienen algo que decir, los tontos hablan porque tienen que decir algo”
“El objetivo de la educación es la virtud y el deseo de convertirse en un buen ciudadano”
“El hombre sabio querrá estar siempre con quien sea mejor que él”
“El que aprende y aprende y no practica lo que sabe, es como el que ara y ara y no siembra”
“No hay un solo rey que no descienda de un esclavo, ni un esclavo que no haya tenido reyes en su familia”
“Si bien buscas, encontrarás”
“La libertad está en ser dueños de la propia vida”
“No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad”
“No hay mayor perfección en el mal que el parecer ser bueno no siéndolo”
“La pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos”
“Yo declaro que la justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte”
“Ser amable con todos los que encuentras es pelear una dura batalla”
“Un hombre que no arriesga nada por sus ideas, o no valen nada sus ideas, o no vale nada el hombre”
CAPÍTULO 7:
FILOSOFÍA:
Teología:
Es posible que el pensamiento platónico tuviese una amplia gama de elementos teológicos o religiosos. Estos elementos podrían ser la base de sus planteamientos ontológicos, gnoseológicos, políticos y epistemológicos. Incluso, en el diálogo Timeo, Platón presenta una teoría cosmogónica y religiosa.
Esta religión fue seguramente adoptada de Sócrates y debe tener relación con el juicio.
Probablemente contenía elementos monoteístas, presentes en la "Verdad" máxima o el "Bien" máximo que se encuentra en sus teorías ontológicas y políticas, y órficos (debido a la reencarnación del alma).
Las teorías teológicas de Platón posiblemente eran esotéricas (secretas)
Epistemología:
Las opiniones de Platón también tuvieron mucha influencia en la naturaleza del conocimiento y la enseñanza las cuales propuso en el Menón, el cual comienza con la pregunta acerca de si la virtud puede ser enseñada y procede a exponer los conceptos de la memoria y el aprendizaje como un descubrimiento de conocimientos previos y opiniones que son correctas pero no tienen una clara justificación.
Platón aseguraba que el conocimiento estaba basado esencialmente en creencias verdaderas justificadas; una creencia influyente que llevó al desarrollo más adelante de la epistemología.
En el Teeteto, Platón distingue entre la creencia y el conocimiento por medio de la justificación. Muchos años después. Edmund Gettier demostraría los problemas de las creencias verdaderas justificadas en el contexto del conocimiento.
CONCLUSIONES:
Platón fue un filósofo aprendiz de Sócrates y maestro de Aristóteles, además, es reconocido por sus diálogos, en los que habla filosofía, metafísica, epistemología, ética, ontología, política, arte, y muchos otros temas.
Platón ha escrito una gran cantidad de obras, y gran parte de ellas son de forma dialogada.
La teoría de las ideas que Platón nos plantea resulta ser muy cierta ya que todo lo que hay surge de un molde.
Sócrates, Parménides, sofistas, pitagóricos, etc., de alguna u otra manera influyeron en la filosofía de Platón.
Platón aportó el idealismo, a la educación con sus Academias; su organización de estado ideal, sus pensamientos, etc.
amplio rango de conocimiento, a su corpulenta fisonomía cuando joven o a su amplia frente de toda su vida. En cualquier caso, no dejaría de ser una ironía del destino que el filósofo que tanto insistió en la diferencia entre «apariencia» y acabara pasando a la historia con un nombre aparente y no con el real.
DATOS CURIOSOS
La primera fue por llamar tirano a Dionisio I, quien lo vendió como esclavo en la isla espartana de Egina. Afortunadamente, para él, fue comprado por Anicérides de Cirene, que sabía de quien se trataba y le permitió volver a Atenas. La segunda vez fue por el sobrino de Dionisio I: Dionisio el joven. Se dice que debido a la pereza mental de no poder convertirse en un rey filósofo que pretendía hacer de él Platón, basado en los fundamentos expresos en «La República», para lo cual fue contratado por el encargado de la educación del joven rey de treinta años, o quizá porque estaba en desacuerdo con su filosofía
Fue precisamente el hijo de Potoné, Espeusipo, quien heredó la dirección de "La Academia" de Platón, considerada por muchos como la primera universidad de Europa, a pesar de ser un filósofo y matemático menor. No deja de ser curioso e ilustrativo, ver cómo el recto y moralizante Platón, defensor del gobierno de los mejores, acabaría sus días con lo que se nos podría antojar como un vulgar acto de nepotismo.
Aristóteles, por ejemplo, también miembro de la academia, hubiese sido un sucesor más adecuado. Se duda de la autoría intelectual de muchas de sus obras.Resulta que Platón fue muy amigo de Sócrates. De hecho, fue después de conocer a Sócrates que abandonó sus deseos de ser poeta y político, para dedicarse de lleno a la filosofía. Platón usaba en sus diálogos a Sócrates como partícipe. Por lo que no se sabe si lo que se dice en ellos son ideas expresadas por Sócrates o del mismo Platón, debido a que Sócrates no dejó nada en escrito. Sin embargo se ha escrito sobre Sócrates que era un gran humanista y que despreciaba todo acto injusto o inmortal. Platón, que abandonaría está línea de pensamiento, es llamado por Karl Poper el «Judas de Sócrates». Quien seguramente hubiera pedido que retire su nombre de sus diálogos, sobre todo de “La República”
Platón apoyaba la eugenesia.Que era una suerte de selección artificial, pero en lugar de aplicada en perros o caballos, aplicada en humanos. El estado ideal debería seleccionar y unir a las parejas que se consideraba con mejores dotes para que se reproduzcan y prohibir que lo hagan con otras personas. Esta era la solución que veía para impedir que se corrompa el estado ideal que él creía que debía ser liderado por la clase social más alta, la militar
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UNIVERSIDAD JOSÉ
CARLOS MARIÁTEGUI
FACULTAD DE INGENIERÍAS Y ARQUITECTURA
NOMBRES:
·
Marcelo A. Ríos Mattos
·
Alan Villareal Cota
· CHAMBILLA CHARCA WINSTON YURY
· VARGAS FLOR JONATHAN ORLANDO
· LIMO VENTURA JEAN ALBERTO
CURSO:
Filosofía de la Ciencia, Tecnología e
Innovación
TEMA:
“vida y obra de
Aristóteles”
CICLO:
I
AÑO:2018
Introducción
La filosofía de
Aristóteles
Aristóteles (384-322 a.C.), filósofo y
científico griego, considerado, junto a Platón y Sócrates, como uno de los pensadores más destacados de la
antigua filosofía griega y posiblemente el más influyente en el
conjunto de toda la filosofía occidental. Como autor de un
sistema filosófico y científico que se convertiría en base y vehículo del
cristianismo medieval y de la escolástica islámica y judaica, Aristóteles ha
determinado, más que cualquier otro filósofo, la orientación y los contenidos
de la historia del pensamiento occidental. Sus obras ejercerían una notable
influencia sobre innumerables pensadores durante cerca de dos mil años, y
continúan siendo objeto de estudio por parte de múltiples especialistas en
nuestros días. La filosofía de Aristóteles constituye, junto a la de su maestro
Platón, el legado más importante del pensamiento de la Grecia antigua.
Pese a
ser discípulo de Platón, Aristóteles se distanció de las posiciones idealistas para elaborar un
pensamiento de carácter naturalista y realista. Frente a la separación radical
entre el mundo sensible y el mundo inteligible planteada por las doctrinas
platónicas, defendió la posibilidad de aprehender la realidad a partir de la
experiencia. Así pues, en contra de las tesis de su maestro, consideró que las
ideas o conceptos universales no deben separarse de las cosas, sino que están
inmersos en ellas como principios informantes de la materia.
Sin
embargo, los esfuerzos de Aristóteles no se dirigieron únicamente al estudio
especulativo de las cosas y sus causas, sino que, en coherencia con sus
concepciones, otorgó gran importancia a los estudios científicos y a la
observación de la naturaleza. No menos relevantes son sus escritos sobre lógica
formal y sus reflexiones en torno a la moral, la política y la estética. De
acuerdo con las fuentes antiguas, el filósofo griego escribió 170 obras, aunque
sólo 30 se han conservado hasta nuestros días.
Biografía de Aristóteles
Aristóteles nació
en 384 a. C. o 383 a. C.,
durante el primer año de la olimpiada
XCIX, en la ciudad de Estagira, la
actual Stavros, (razón por la cual se lo apodó el Estagirita),
no lejos del actual Monte Athos, en la
península Calcídica, entonces perteneciente al Reino de Macedonia (actual región de Macedonia de Grecia). Su
padre, Nicómaco, pertenecía a la corporación de los asclepiadeos, es decir, que profesaba la medicina, y
fue médico del
rey Amintas
III de Macedonia, hecho que
explica su relación con la corte real de Macedonia, que tendría una importante
influencia en su vida; y su madre, Festis, también estaba vinculada a los asclepiadeos.
En la época del
rey Arquelao I de
Macedonia, al ser su padre
médico del rey Amintas
III de Macedonia, ambos residieron
en Pella, y Aristóteles no pudo permanecer mucho tiempo en aquel
lugar ya que sus padres murieron cuando él era aún muy joven, y se trasladó
probablemente a Atarneo.En 367 a. C.,
cuando Aristóteles tenía 17 años, su padre murió, y se hizo cargo de su
tutor Proxeno
de Atarneo, que lo envió
a Atenas, por entonces un importante centro intelectual del mundo
griego, para que estudiase en la Academia de Platón allí
permaneció por veinte años.
Hijo
de un médico de la corte real, se trasladó a Atenas a los 17 años de edad para
estudiar en la Academia de Platón. Por causa de la medicina y por amistad", lo que se ha
tratado de asociar con el posterior interés naturalista de Aristóteles.
Diógenes Laercio nos describe a Aristóteles como "el discípulo más
legítimo de Platón, y de voz balbuciente... que tenía las piernas delgadas y
los ojos pequeños, que usaba vestidos preciosos y anillos, y que se cortaba la
barba y el pelo". Permaneció
en esta ciudad durante aproximadamente 20 años, primero como estudiante y, más
tarde, como maestro. Tras morir Platón (c. 347 a.C.), Aristóteles se
trasladó a Assos, ciudad de Asia Menor en la que gobernaba su amigo Hermias de Atarnea.
Allí contrajo matrimonio con una pariente de éste (posiblemente su sobrina o su
hija), llamada Pitias, y actuó como su consejero. Tras ser capturado y
ejecutado Hermias por los persas (345 a.C.), Aristóteles se trasladó a
Pela, antigua capital de Macedonia, donde se convirtió en tutor de Alejandro
(más tarde Alejandro III el Magno), hijo menor del rey Filipo II. En el año
336 a.C., al acceder Alejandro al trono, regresó a Atenas y estableció su
propia escuela: el Liceo. Debido a que gran parte de las discusiones y
debates se desarrollaban mientras maestros y estudiantes caminaban por su paseo
cubierto, sus alumnos recibieron el nombre de peripatéticos. La muerte de Alejandro (323 a.C.) generó en Atenas un fuerte
sentimiento contra los macedonios, por lo que Aristóteles se retiró a una propiedad familiar situada en Calcis, en la isla de Eubea, donde
falleció un año más tarde.
Aristóteles en la
Academia
Para completar la
educación de Aristóteles, Proxeno lo envió a Atenas para inscribirle a la
Academia, habiéndose extendido ya su fama y la de Platón por
el mundo griego.
Aristóteles conoció
a Platón cuando tenía 17 años de edad, y permaneció en la Academia desde
el 367 o 366 a. C. hasta
el 347 o 346 a. C., justo
con el momento en el que coincide el segundo viaje que realiza Platón a Sicilia.
Debido a que
Aristóteles acudió a la Academia durante su periodo de máximo esplendor, pudo
desarrollarse de forma adecuada. Eudoxo ejerció la primera influencia decisiva
sobre Aristóteles, ya que puedo ejercer su influencia en la exigencia salvar
los fenómenos, lo que es lo mismo, hallar un principio que explicase
los hechos conservando intacto su modo genuino de presentarse.
Tras la muerte de
Platón en 347 a. C., Aristóteles dejó Atenas y viajó a Atarneo y
a Aso, en Asia Menor, donde
vivió aproximadamente tres años bajo la protección de su amigo y antiguo
compañero de la Academia, Hermias, quien era gobernador de la ciudad.
Cuando Hermias fue asesinado, Aristóteles viajó a la ciudad de Mitilene, en la
isla de Lesbos, donde
permaneció dos años. Allí continuó con sus investigaciones junto a Teofrasto, nativo
de Lesbos, enfocándose en zoología y biología marina. Además se casó con Pythias, la sobrina de Hermias, con
quien tuvo una hija del mismo nombre.
En 343 a. C., el
rey Filipo II de
Macedonia convocó a
Aristóteles para que fuera tutor de su hijo de 13 años, que más tarde sería
conocido como Alejandro Magno.
Aristóteles viajó entonces a Pella, por
entonces la capital del imperio macedonio, y enseñó a Alejandro durante, al
menos, dos años, hasta que inició su carrera militar.
En 335 a. C.,
Aristóteles regresó a Atenas y fundó su propia escuela, el Liceo (llamado
así por estar situado dentro de un recinto dedicado al dios Apolo Licio). A
diferencia de la Academia, el Liceo no era una escuela privada y muchas de las
clases eran públicas y gratuitas. A lo largo de su vida Aristóteles reunió una
vasta biblioteca y una cantidad de seguidores e investigadores, conocidos como
los peripatéticos (de περιπατητικός, 'itinerantes', llamados
así por la costumbre que tenían de discutir caminando). La mayoría de los
trabajos de Aristóteles que se conservan son de este período.
Durante este
período, la esposa de Aristóteles, Pythias, murió y desarrolló una nueva
relación con Herpyllis, se cree que como él, nativa de Stagira. Aunque algunos
suponen que no era más que su esclava; otros deducen de las últimas voluntades
de Aristóteles que era una mujer libre y probablemente su esposa en el momento
de su muerte. En cualquier caso, tuvieron hijos juntos, incluyendo un
hijo, Nicómaco, que nombra como padre a Aristóteles y a quien dedicó
su Ética a Nicómaco.
Aristóteles tras el
abandono de la Academia
Aristóteles se dirigió entonces, en compañía de Jenócrates, a
Assos, donde reinaba el tirano Hermias (con quien, al parecer, entabló profunda
amistad) fundando allí una sección de la Academia que él mismo dirigió durante
tres años. Fue allí probablemente donde comenzó a desarrollar sus propias
opiniones contrarias a la teoría de las Ideas. De esta época es, en efecto, su
obra "Sobre la filosofía", en la que aparecen los primeros elementos
críticos de la teoría de las Ideas. También allí contrajo matrimonio con
Pythia, hija adoptiva o sobrina de Hermias, con la que llevó una vida feliz
hasta la muerte de ésta. Se desconoce cuando tuvo lugar este acontecimiento,
pero sabemos que Aristóteles tras la muerte de Pythia vivió con Herpilis, con
la que tuvo un hijo llamado Nicómaco.
Tres años después, en el 345-4, se trasladó a Mitilene, en la
isla de Lesbos, entrando allí probablemente en relación con Teofrasto, que
sería posteriormente el más destacado discípulo y continuador de la obra de
Aristóteles. Allí siguió con su actividad filosófica hasta que en el año 343-2
fue llamado por Filipo de Macedonia para hacerse cargo de la educación de su
hijo Alejandro, el futuro Alejandro Magno, que tenía entonces trece años.
Probablemente dicho encargo se debiera más a la amistad y parentesco con Hermias,
aliado de Filipo, y asesinado hacía poco mediante una trampa tendida por los
persas, que al pasado de su familia en la corte de Macedonia. Allí permaneció
siete u ocho años, hasta el 336-5, cuando Alejandro subió al trono, regresando
entonces Aristóteles a Atenas.
Regreso a Atenas y
creación del Liceo
Una vez en Atenas, en el 335, fundará su propia escuela, el
Liceo, una comunidad filosófica al estilo de la platónica, llamada así por
estar situada dentro de un recinto dedicado a Apolo Likeios. Además del propio
edificio contaba con un jardín y un paseo (perípatos) del que los aristotélicos
recibirán el nombre de peripatéticos, ya sea porque Aristóteles impartiera sus
enseñanzas paseando, como recoge Diógenes Laercio ("... tomó en el Liceo
un sitio para pasear, y paseando allí hasta la hora de ungirse los atletas,
filosofaba con sus discípulos, y de este paseo fue llamado peripatético"),
o porque, simplemente, se impartieran dichas enseñanzas en el paseo. (Excavaciones
realizadas a mediados de los 90 en Atenas, cerca de la Plaza Sintagma, dejaron
al descubierto los cimientos de varios edificios, como se puede observar en la
imagen, que los arqueólogos consideran pueden ser los restos del Liceo de
Aristóteles). Según la tradición el orden de las actividades en el Liceo estaba
fuertemente establecido, dedicándose las mañanas a las cuestiones más difíciles
de carácter filosófico, reservadas para los discípulos, y las tardes a las
lecciones de retórica y de dialéctica, entre las que se podía encontrar un
público más amplio.
A lo largo de este período Alejandro Magno realiza sus campañas
militares que tienen como una de sus consecuencias la unificación de la Hélade,
con la consiguiente pérdida de autonomía política de las ciudades estado, entre
las que se contaba Atenas. El hecho de que Aristóteles hubiera sido su
preceptor, así como su amistad y parentesco con Hermias, le irá convirtiendo en
un personaje no grato para muchos atenienses. A la muerte de Alejandro, en el
año 323, sintiéndose amenazado por los crecientes sentimientos antimacedónicos,
Aristóteles abandonará Atenas y se retirará a Calcis ("para que los
atenienses no vuelvan a pecar contra la filosofía", dicen que dijo, en
clara referencia a la condena de Sócrates) a una propiedad de su difunta madre,
en la isla de Eubea, de donde era originaria. Allí morirá Aristóteles, el 322
a. C., de una enfermedad del estómago.
El Liceo de Atenas
Poco después de la muerte de Filipo (336 a.C.),
Alejandro hizo ejecutar a un sobrino de Aristóteles, Calístenes de Olinto, a quien acusaba de traidor. Conociendo el carácter
vengativo de su discípulo, Aristóteles se refugió un año en sus propiedades de
Estagira, trasladándose en el 334 a Atenas para fundar, siempre en compañía de
Teofrasto, el Liceo, una institución pedagógica que durante años habría de
competir con la Academia platónica, dirigida en ese momento por su viejo
camarada Jenócrates de Calcedonia.
Los once años que median entre su regreso a Atenas y
la muerte de Alejandro, en el 323, fueron aprovechados por Aristóteles para
llevar a cabo una profunda revisión de una obra que, al decir de Hegel, constituye el fundamento de todas las ciencias. Para decirlo
de la forma más sucinta posible, Aristóteles fue un prodigioso sintetizador del
saber, tan atento a las generalizaciones que constituyen la ciencia como a las
diferencias que no sólo distinguen a los individuos entre sí, sino que impiden
la reducción de los grandes géneros de fenómenos y las ciencias que los
estudian. Los seres, afirma Aristóteles, pueden ser móviles e inmóviles, y al
mismo tiempo separado (de la materia) o no separado. La ciencia que estudia los
seres móviles y no separados es la física; la de los seres inmóviles y no
separados es la matemática, y la de los seres inmóviles y separados, la
teología.
La amplitud y la profundidad de su pensamiento son
tales que fue preciso esperar dos mil años para que surgiese alguien de talla
parecida. Después de que, en el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino integrase sus doctrinas en la teología cristiana,
la autoridad del Estagirita llegó a quedar tan establecida e incuestionada como
la que ejercía la Iglesia, y tanto en la ciencia como en la filosofía todo
intento de avance intelectual tendría que empezar con un ataque a cualquiera de
los principios filosóficos aristotélicos. Sin embargo, el camino seguido por el
pensamiento de Aristóteles hasta alcanzar su posterior preeminencia es tan
asombroso que, aun descontando lo que la leyenda haya podido añadir, parece un
argumento de novela de aventuras.
Preceptor de Alejandro Magno
A la muerte de Platón, acaecida en el 348,
Aristóteles contaba treinta y seis años de edad, había pasado veinte de ellos
simultaneando la enseñanza con el estudio y se encontraba en Atenas, como suele
decirse, sin oficio ni beneficio. Así que no debió de pensárselo mucho cuando
supo que Hermias de Atarneo, un soldado de fortuna griego (por más detalles,
eunuco) que se habla apoderado del sector noroeste de Asia Menor, estaba
reuniendo en la ciudad de Axos a cuantos discípulos de la Academia quisieran
colaborar con él en la helenización de sus dominios. Aristóteles se instaló en
Axos en compañía de Jenócrates de Calcedonia, un colega académico, y de Teofrasto, discípulo y futuro
heredero del legado aristotélico.
El Estagirita pasaría allí tres años apacibles y
fructíferos, dedicándose a la enseñanza, a la escritura (gran parte de su Política la redactó allí) y a la vida doméstica.
Primero se casó con una sobrina de Hermias llamada Pitias, con la que tuvo una
hija. Pitias debió de morir muy poco después y Aristóteles se unió a otra
estagirita, de nombre Erpilis, que le dio un hijo, Nicómaco, al que dedicaría
su Ética. Dado que el propio
Aristóteles dejó escrito que el varón debe casarse a los treinta y siete años y
la mujer a los dieciocho, resulta fácil deducir qué edades debían de tener una
y otra cuando se unió a ellas.
Tras el asesinato de Hermias, en el 345, Aristóteles
se instaló en Mitilene (isla de Lesbos), dedicándose, en compañía de Teofrasto,
al estudio de la biología. Dos años más tarde, en el 343, fue contratado
por Filipo II de Macedonia para que se hiciese cargo de la educación de
su hijo Alejandro, a la sazón de trece años de edad. Tampoco se sabe mucho de
la relación entre ambos, ya que las leyendas y las falsificaciones han borrado
todo rastro de verdad. De ser cierto el carácter que sus contemporáneos
atribuyen a Alejandro (al que tachan unánimemente de arrogante, bebedor, cruel,
vengativo e ignorante), no se advierte rasgo alguno de la influencia que
Aristóteles pudo ejercer sobre él. Como tampoco se advierte la influencia
de Alejandro Magno sobre su maestro en el terreno político: años
después, mientras Aristóteles seguía predicando la superioridad de la
ciudad-estado, su presunto discípulo establecía las bases de un imperio
universal sin el que, al decir de los historiadores, la civilización helénica
hubiera sucumbido mucho antes.
La aventura de los manuscritos
Con la
muerte de Alejandro en el 323, se extendió en Atenas una oleada de nacionalismo
(antimacedonio) desencadenado por Demóstenes, hecho
que le supuso a Aristóteles enfrentarse a una acusación de impiedad. No estando
en su ánimo repetir la aventura de Sócrates, Aristóteles se exilió a la isla de
Chalcis, donde murió en el 322. Según la tradición, Aristóteles cedió sus obras
a Teofrasto, el cual las cedió a su vez a Neleo, quien las envió a casa de sus
padres en Esquepsis sólidamente embaladas en cajas y con la orden de que las
escondiesen en una cueva para evitar que fuesen requisadas con destino a la
biblioteca de Pérgamo.
Muchos
años después, los herederos de Neleo las vendieron a Apelicón de Teos, un
filósofo que se las llevó consigo a Atenas. En el 86 a.C., en plena ocupación
romana, Lucio Cornelio Sila se
enteró de la existencia de esas cajas y las requisó para enviarlas a Roma,
donde fueron compradas por Tiranión el Gramático. De mano en mano, las obras
fueron sufriendo sucesivos deterioros hasta que, en el año 60 a.C., fueron
adquiridas por Andrónico de Rodas, el último responsable del Liceo, quien
procedió a su edición definitiva.
A Andrónico se
debe, por ejemplo, la introducción del término metafísica. En su ordenación de
la obra aristotélica, Andrónico situó, a continuación de los libros sobre la
física, una serie de tratados que agrupó bajo el título de Metafísica, rótulo anodino que significaba
literalmente "después de la física" y que pasaría posteriormente a
designar esta rama fundamental de la filosofía. Aristóteles nunca empleó ese
término; los tratados así titulados versaban sobre lo que el Estagirita llamaba
«filosofía primera».
Con la caída
del Imperio romano, las obras de Aristóteles, como las del resto de la cultura
grecorromana, desaparecieron hasta que, bien entrado el siglo XII, fueron
recuperadas por el árabe Averroes, quien las conoció
a través de las versiones sirias, árabes y judías. Del total de 170 obras que
los catálogos antiguos recogían, sólo se han salvado 30, que vienen a ocupar
unas dos mil páginas impresas. La mayoría de ellas proceden de los llamados
escritos «acroamáticos», concebidos para ser utilizados como tratados en el
Liceo y no para ser publicados. En cambio, se ha perdido la mayor parte de las
obras publicadas en vida del propio Aristóteles, escritas (a menudo en forma
diálogos) para el público general.
Principios filosóficos del pensamiento de
Aristóteles
Aristóteles era
un filósofo sistemático, es decir, un pensador que tenía o proponía un sistema.
Pero, para comprender un sistema hace falta entender cómo están vinculadas
entre sí sus partes. Y, para ello, es preciso averiguar cuáles son los hilos
que las cosen, sus piedras angulares, los puntos de enclave. Ellos son los
principios filosóficos que operan en su sistema. Pero, ¿qué es un principio? y
¿cuáles de ellos operan filosóficamente en Aristóteles? Dice Aristóteles que
principio es tanto la causa del movimiento de algo como de su perfección o
realización, así como también de su generación, ordenamiento y cognoscibilidad.
En general, principio, tomado como causa, significa lo primero. El concepto de
principio rige tanto para los seres como para el conocimiento de los seres. Por
eso principio es aquello desde lo que algo es, se hace y se conoce. Un resumen
de los principios filosóficos aristotélicos, anotando sus consecuencias y su
naturaleza, puede muy bien servir para acceder a la comprensión de la filosofía
aristótelica, pues son esos principios los mimbres con los que nuestro autor
construye su sistema teórico. Estos principios son los siguientes:
Empirismo:
(principio de naturaleza u orden epistemológico): nada hay en el entendimiento
que no haya estado antes en los sentidos. El conocimiento comienza por los
sentidos. El cuerpo, que es quien nos pone en contacto con lo que nos rodea,
dispone tanto de sentidos cuadernos DUERERÍAS Serie historia de la filosofía /
2 10 externos (los cinco sentidos) como internos (la memoria y la imaginación,
en opinión de Aristóteles).
Hilemorfismo:
(orden físico, biológico, antropológico): la naturaleza es un compuesto de
materia y forma. Todos los seres de la naturaleza son, según Aristóteles,
hilemórficos, también el hombre. La materia “vive” informada, la forma “vive”
informando; dice Aristóteles que la materia es potencia, mientras que la forma
es acto. Para Aristóteles, el acto es más perfecto que la materia, pues ésta
vive siempre en la falta, en la pasividad, aunque entendida como posibilidad,
en el llegar a ser, en cambio el acto es realización plena, actualidad; la
materia vive a la espera de recibir forma, de hecho no hay materia sin forma,
pero la forma vive dando forma a la materia, formándola. Si bien no hay materia
sin forma, es posible hallar forma sin materia: es el caso del pensamiento
puro, que es de naturaleza divina. Aristóteles consideraba a Dios pensamiento
puro (ver Aubenque). Precisamente la perspectiva de una forma separada de la
materia es la que hace imposible que el hilemorfismo tenga un rendimiento
metafísico o que pueda resultar operativo en el campo de la metafísica; su
lugar está en el de la física, es decir, en el de la investigación de la
naturaleza. En sentido antropológico, el hilemorfismo serviría a Aristóteles
para distanciarse de su maestro Platón: mientras éste consideraba que el alma
preexistía y sobrevivía al cuerpo y, además, conocía innatamente las ideas,
Aristóteles, por su parte, afirmaba la unidad sustancial alma-cuerpo y además,
para Aristóteles, nuestra mente es una especie de papel en blanco que sólo
comienza a conocer gracias a la experiencia que tiene un cuerpo. Pero, ¿si el
destino del alma estaba unido al del cuerpo, era ésta entonces mortal? En la
filosofía de Aristóteles, el alma ya no es algo independiente e inmortal, sino
que está unida al cuerpo, en la medida en que es su forma. No existe un alma
separada del cuerpo y tampoco le preexiste ni sobrevive. Simplemente, el alma
está unida al cuerpo como su forma, es decir, como su estructura. Un cuerpo sin
alma no podría ser un organismo, cuadernos DUERERÍAS Serie historia de la
filosofía / 2 11 pues recordemos que un organismo es un todo organizado y el
alma es la que ofrece esa forma, ese orden al cuerpo que es materia. (Para más
información sobre el tema del alma véase apartado “la antropología de
Aristóteles”).
Intelectual: (orden epistemológico, político y
existencial): “todos los hombres desean por naturaleza saber”, reza la primera
frase de la Metafísica de Aristóteles. Por tanto, el saber es la finalidad de
las acciones humanas, su principio de orden y reconocimiento. Desde un punto de
vista epistemológico, el intelectualismo, que contaba en la cultura griega con
una larga y consolidada tradición inaugurada quizá por Sócrates, supone una
jerarquía de saberes en cuya cima se apuestan los saberes teóricos o
contemplativos (véase “teoría”). Pero el intelectualismo tenía o se sustentaba
además en un contenido político, es decir que una determinada cara social lo
sustentaba ideológicamente: la sociedad griega estaba construida sobre la
existencia de una masa de esclavos que cubría la función productiva. Ser
esclavo en Grecia no sólo suponía estar privado de libertad (Aristóteles
afirmaba elocuentemente que la diferencia entre un hombre libre y un esclavo
consiste en que aquél vive como quiere, mientras que éste vive como no quiere),
sino especialmente no poseer derechos políticos, esto es, no ser ciudadano.
Para ser ciudadano había que pertenecer a la comunidad de iguales, es decir, al
grupo de quienes ejercían sus derechos y obligaciones políticas. Los esclavos,
como las mujeres y los extranjeros, quedaban excluidos de la comunidad
política.
Teleologismo:(orden ontológico, físico, biológico,
político): “porque la naturaleza de una cosa es precisamente su fin” (Política,
I, 1). Aristóteles concebía la realidad sometida a un ordenamiento teleológico,
esto es, Aristóteles pensaba que todas las cosas se ordenan y reconocen por su
finalidad y que, por tanto, la causa final es su principio.
Pero,
ontológicamente, para entender cómo es posible que la causa final sea la
primera es necesario aclarar que en la filosofía de Aristóteles el orden
cronológico (cronos) y el orden del conocimiento u orden lógico (logos) no
corren paralelamente en el mismo sentido; antes bien, el orden del conocimiento
invierte a menudo el orden cronológico: “Cuando Aristóteles afirma que “lo que
es postrero en el orden del análisis es primero en el orden de la génesis”
(Ética a Nicómaco, III, 5, 1112 quiere decir que la investigación teórica y
práctica del hombre reproduce, pero en cuadernos DUERERÍAS Serie historia de la
filosofía / 2 13 sentido inverso, el desarrollo espontáneo del cosmos […] Para
quien contemple la causalidad final, el tiempo de la esencia y de la naturaleza
será la inversa del tiempo de la génesis […] lo que quiere decir que lo
perfecto es anterior a lo imperfecto en el orden de la esencia y la naturaleza,
pero le es posterior en el orden de la generación […]
Animal político que tiene logos: (orden antropológico, político, existencial):
consideraba Aristóteles que el hombre, por naturaleza, es social, porque el
individuo no se basta a sí mismo; el destino del individuo es, pues, ser parte
y sólo el Todo, en este caso, la polis, resulta autosuficiente y, por eso, es
primera. Pero que el hombre sea social no es únicamente una cuestión de
autosuficiencia o de supervivencia, no es una cuestión biológica, sino lógica,
en el sentido de que el animal político ‘hombre’ es tal porque tiene logos, en
el sentido de lenguaje y razón.
Energeia:
(orden físico, ontológico, existencial antropológico) Aristóteles distinguía
entre “dynamis”, cuyo significado es potencia, y “energeia”, que significa
acto. En el caso del hombre, su energeia es el logos, la razón. El concepto de
« energeia » es fundamental en Aristóteles, porque con dicho concepto
manifiesta la idea de « ser en obra » que caracteriza al hombre, es decir, la
actividad o modo de vivir que lo singulariza y que, según Aristóteles, es la
vida política, la actividad política. Por tanto, el hombre no es un « argon »,
no es un inoperante, algo sin actividad, sino el « ergon » político, aquel que
obra políticamente6. En el hombre, como en la naturaleza (physis), su energeia
es su telos o finalidad.
Lógica: los conceptos
La lógica aristotélica
Aristóteles ha pasado a la historia,
entre otras cosas, como el primer sistematizador de la lógica. De hecho, sus
propuestas en este campo, junto a las aportaciones de los estoicos, han
constituido prácticamente toda la lógica hasta el siglo XIX. El mismo Kant,
quien toma la clasificación aristotélica de los juicios como base para realizar
la deducción trascendental de las categorías del entendimiento, aspecto
fundamental de su obra, se extraña del mínimo avance de la lógica, desde
Aristóteles, contrastándolo con el arrollador avance de la ciencia a partir del
Renacimiento, dado que ambas parecen ofrecernos una forma de conocimiento
seguro.
Las obras de lógica de Aristóteles
(Categorías, Sobre la interpretación, Primeros analíticos, Analíticos
posteriores y Tópicos) fueron agrupadas en un conjunto llamado Organon, que los
filósofos interpretaron tradicionalmente como una propedéutica, una preparación
para la filosofía. Con ello pretendían recalcar que el conocimiento de las leyes
del razonamiento era fundamental, un paso previo, para cualquier ulterior
estudio, y que debía estar en posesión de tal conocimiento quienes quisiesen
adentrarse en el terreno de la filosofía. A diferencia de la moderna lógica
formal, la lógica aristotélica parte del supuesto de que las formas de
pensamiento reproducen lo que ocurre en la realidad, o sea, que las cosas
extramentales existen tal como son pensadas por la mente, por lo que las
categorías de la mente son categorías objetivas, categorías de la realidad. De
ese modo las categorías del pensamiento adquieren un sentido ontológico y ese
carácter propedéutico que ha señalado la tradición filosófica.
Los conceptos
El concepto es entendido como la
representación intelectual de un objeto, diferenciándose, pues, de lo sentido,
lo percibido, lo imaginado o lo recordado. Las propiedades de los conceptos son
la comprensión y la extensión: la primera denota las características
esenciales que contiene un concepto, y la segunda el número, la cantidad de
sujetos a los que puede aplicarse, de los que se puede predicar. Cuanto mayor
sea el número de características que contiene un concepto, menor será el número
de sujetos a los que pueda aplicarse, y viceversa. En función de estas
características se pueden construir los conocidos árboles lógicos, como hizo Porfirio (siglo III
d.c.), en los que se clasifican los conceptos estableciendo entre ellos una
relación de jerarquía y subordinación, de mayor a menor extensión.
Jerarquía y subordinación de los conceptos según el árbol
lógico de Porfirio
Por supuesto, hay muchas clases de
conceptos. Atendiendo a su extensión pueden ser universales, particulares y
singulares; atendiendo a su comprensión: simples y compuestos, según expresen
una sola esencia, o una esencia acompañada de una cualidad; también pueden ser,
según su comprensión, concretos y abstractos, compatibles o incompatibles,
positivos o negativos, claros u oscuros. Los que más interesaron a Aristóteles
fueron los conceptos universales y sus distintos tipos de atribución o
predicables. Los predicables son conceptos universales que pueden aplicarse,
pues, a muchos sujetos. En los Analíticos posteriores Aristóteles se refiere a
cinco predicables, o modos generales de atribución: género, especie,
diferencia, propio y accidente. El género representa la parte de la esencia que
es común a varias especies; la especie representa la esencia del ser; la
diferencia expresa la parte de la esencia que no es común, sino característica
de la especie; propio, o propiedad, expresa una cualidad que acompaña
necesariamente a la especie, y el accidente expresa una cualidad contingente,
que puede estar o no en el ser.
Los géneros supremos en los que se
pueden clasificar los seres son las categorías, o predicamentos. En sus obras "Categorías"
y "Tópicos" Aristóteles fija en diez su número, estableciendo una
distinción fundamental entre la sustancia y los accidentes. La sustancia es la
categoría fundamental, lo que existe en sí mismo; los accidentes son categorías
que existen en otro ser, en la sustancia. Aristóteles clasifica los accidentes
en 9 grupos: cualidad, cantidad, relación, acción, pasión, lugar, tiempo,
situación, hábito externo. (En los "Analíticos posteriores" nos habla
sólo de ocho categorías accidentales, suprimiendo las dos últimas, que son
englobadas como aspectos de las restantes). En la medida en que las categorías
remiten a las formas de ser extramentales adquieren un marcado contenido
ontológico, dando por supuesto que las cosas son captadas por la mente tal como
son en realidad.
La lógica aristotélica. Los juicios
La materia o contenido del juicio son los conceptos que se
relacionan; la forma es la relación que se establece entre ellos a través del
verbo ser. Aristóteles representa el sujeto del juicio con un signo (S) y el
predicado con otro (P) para intentar separar la materia de la forma: así, la
forma del juicio "Juan es alto" se representaría como "S es
P", y la forma del juicio "Juan no es alto" como "S no es
P".
Los juicios se clasifican en varios grupos, atendiendo a la
cantidad (según la extensión del sujeto: universales, particulares,
singulares), la cualidad (según la cualidad de la cópula: afirmativos y
negativos), la relación (según la relación entre el sujeto y el predicado:
categóricos, hipotéticos y disyuntivos) y la modalidad (según el modo en que
expresan la relación entre el sujeto y el predicado: apodícticos, asertóricos y
problemáticos). De ahí se sigue una clasificación ordenada de todas las formas
de juicio; en el caso de los juicios categóricos, por ejemplo, se daría la
siguiente clasificación, combinando la cantidad (universal y particular) y la
cualidad (afirmativo y negativo):
Clases de juicios y letras que
los representan
|
|
Clase de juicio
|
Representación
|
Universal afirmativo
|
Se suele representar con la letra A
|
Universal negativo
|
Se suele representar con la letra E
|
Particular afirmativo
|
Se suele representar con la letra I
|
Particular negativo
|
Se suele representar con la letra O
|
La asignación de estas letras para representar las formas
del juicio categórico es posterior a Aristóteles y procede de las palabras
latinas "AfIrmo" y "nEgO", y es la que se ha utilizado
tradicionalmente entre nosotros para referirnos a la clasificación aristotélica
de los juicios. También Aristóteles estudia las formas de oposición entre los
juicios, (es decir, la diversidad entre los juicios que tienen el mismo sujeto
y predicado), deduciendo una serie de reglas sobre la verdad de los mismos que
se han de cumplir independientemente de los conceptos que elijamos para formar
los juicios.
En función de tales reglas se pueden establecer relaciones
de oposición entre los distintos tipos de juicios, según sean contrarios,
contradictorios, sub contrarios o subalternos, determinando su valor de verdad
en función del tipo de oposición con otro juicio conocido. Se pueden
representar con el cuadro siguiente:
Al igual que ocurría con los conceptos, que son actos
mentales que se expresan mediante términos lingüísticos, los juicios son actos
mentales que se expresan mediante proposiciones, es decir, mediante un conjunto
de palabras u oración gramatical. El mismo juicio se puede expresar con
distintas proposiciones (por ejemplo, usando distintos idiomas), y a veces la
misma proposición puede referirse a juicios distintos, ("ésta es mi
casa" dicha por dos personas distintas).
La lógica aristotélica.
Los razonamientos
El razonamiento es
un encadenamiento de juicios en el que partiendo de una proposición conocida se
descubre otra u otras desconocidas. Aristóteles, en los Analíticos, se ocupa
tanto del razonamiento deductivo como del inductivo, pero considera que el
conocimiento científico se alcanza deduciendo lo particular de lo general, es
decir, con el conocimiento de las causas.
Aristóteles afirma que este proceso está sometido a reglas que
permiten determinar su corrección o incorrección, de tal modo que, si los
juicios de los que se parte son verdaderos, y la inferencia se realiza de
acuerdo con las reglas definidas (si la inferencia es válida, pues) la
conclusión será necesariamente verdadera. El proceso de inferencia no
dependerá, pues, de la materia del razonamiento, sino de su forma.
El razonamiento deductivo es una forma de razonamiento que va
del todo a las partes es decir, intenta extraer de una verdad universal otra
particular. Puede ser de tres clases: categórico, hipotético y disyuntivo,
atendiendo al tipo de juicio (por la relación) que le sirva de punto de
partida.
Clases de razonamiento y ejemplos correspondientes
|
Clase de razonamiento
|
Ejemplo correspondiente a dicha
clase
|
Razonamiento categórico
|
Todos los humanos son mortales.
Los madrileños son humanos.
Luego los madrileños son mortales.
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Razonamiento hipotético
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Si apruebas irás de vacaciones.
Es así que has aprobado.
Luego irás de vacaciones.
|
Razonamiento disyuntivo
|
Por este camino se va al norte o al
sur.
Es así que se va al norte.
Luego no se va al sur.
|
Principios lógicos: en los que la investigación aristotélica se
apoya (principio de no contradicción, de identidad, de tercio excluido y de
razón suficiente):
El principio de no contradicción (A ˄ ¬ A) sostiene que no es posible afirmar
una cosa y su contraria. Tal y como dice en su Metafísica: “es imposible que un
mismo atributo se dé y no se dé simultáneamente en el mismo sujeto y en un
mismo sentido”. Por tanto, cada cosa es necesariamente sí misma.
El principio de identidad :(A = A) es correlato del principio de no
contradicción. Pero, si esto es así, entonces una proposición es verdadera o
falsa y no cabe una tercera alternativa. Estamos ante el principio de tercio excluido: (A˅ ¬ A). Finalmente, Aristóteles
pensaba que todo tiene una causa (principio
de razón suficiente). Pero el fundamento de este principio no cabe hallarlo
en la lógica sino en la metafísica. Aristóteles señalaba el principio de no
contradicción como el principio primero, fundamento indemostrable de toda
demostración. Este principio era considerado por Aristóteles como el principio
más firme, seguro, evidente y causa de la verdad de todos los demás. Todos estos
principios -ya sean relativos al ser, al conocimiento e incluso al
razonamiento- sólo operan de manera entrelazada y sistemática. Su función es
comprender estructuralmente la realidad. La aprehensión de dicha estructura no
resultaría posible sin remitir la reflexión a los conceptos de causa y ser
-como conceptos estructurales en sentido ontológico- y a los conceptos de
logos, physis y polis – conceptos estructurales en sentido cosmológico y
antropológico-. Para Aristóteles, la causa es la base material de la que algo
está hecho, así como su modelo formal. También causa indica procedencia o
producción de algún efecto o cambio. Por último, causa es finalidad, principio
de ordenamiento, porque lo que una cosa es, según Aristóteles, lo es por su
finalidad. (Metafísica, V, 2, 1013a). Ahora bien, ¿a qué aplicar la causalidad?
Sin lugar a dudas al Ser. Pero, ¿qué significa ser? En cuanto al concepto de
ser, decir del mismo que es, en la filosofía de Aristóteles, un término
análogo, y que tal concepto se dice, pues, de muchas maneras, y que permite
mostrar las diferentes fases de lo real, las distintas formas de aparición de
lo real, así como sus variadas propiedades o características. Pero, el concepto
de ser, de igual manera que sirve para señalar la diferencia – de los
diferentes entes y de sus propiedades-, sirve al unísono para determinar la
identidad, pues de todas las cosas se dice, en primer lugar, que son, concluye
Aristóteles. En sentido cosmológico, el concepto de Naturaleza (physis) es el
punto nuclear. Según Aristóteles, siguiendo en esto a los filósofos
presocráticos -esos que el propio Aristóteles denominaría “los primeros que
filosofaron”- Naturaleza significa: elemento o materia originaria de que todo
procede, estructura de las cosas o principio de organización interna de la
realidad, génesis de lo real y totalidad de lo que existe. Cuadernos DUERERÍAS
Serie historia de la filosofía / 2 16 Es igualmente importante señalar que en
la filosofía de Aristóteles el concepto de Naturaleza recibe un tratamiento
teleológico y que precisamente el telos es en la physis principio de
organización, porque como decía el propio Aristóteles: la naturaleza no hace
nada sin un fin y el fin es precisamente la causa o principio de lo que es. Por
otra parte, no se puede entender en Aristóteles el concepto de naturaleza sin
recurrir al de hilemorfismo, porque todos los seres naturales son un compuesto
indisoluble de materia y forma. Logos y polis serán los conceptos básicos a la
hora de presentar al ser humano (anthropos), porque el hombre –decía
Aristóteles- es el animal que tiene logos y ese logos o lenguaje racional es el
que le permite organizar socialmente su existencia y alcanzar la verdad. Pero
esa socialidad no es una convención, no es algo que el hombre pueda disponer a
conveniencia; muy al contrario, la socialidad del hombre es natural, en opinión
de Aristóteles. Así pues, el hombre es un ser social por naturaleza, un animal
político, ya que es la polis el modo de organización lógicamente primero y más
perfecto.
EL PENSAMIENTO DE
ARISTÓTELES
Podemos
considerar a la obra de Aristóteles como enciclopédica. Su forma difiere de la
de Platón en cuanto esta es más empírica, más del suelo y de la realidad. Su
trabajo se desarrolla en diálogo y discusión con los filósofos anteriores, se
muestra crítico frente a ellos. El sentido histórico, su terminología su forma
de estructurar los temas y la lógica como método han marcado el estilo de la
filosofía occidental. Su concepción del Universo fue aceptada hasta el siglo
XVII. Sin embargo, a pesar de ser el gran pensador del siglo IV a.C. no fue tan
conocido como Platón, su obra se conocerá plenamente en la Edad Media.
ALGUNOS DATOS DEL
AMBIENTE
A partir de la
Guerra del Peloponeso se inicia la decadencia de las ciudades-Estado griegas
como consecuencia de una crisis económica y social, que dará paso a una nueva
organización política, caracterizada por la autarquía, propia de la “polis”.
Durante la guerra, los campesinos se refugiaron en las ciudades, abandonaron el
campo y empezó el hambre. Esto produjo enfrentamiento de clases y división
entre ricos y pobres, particularmente en Atenas. Sin embargo, como el dracma
(la moneda) se mantuvo, floreció el comercio y la banca dando un nuevo poder
hegemónico a Grecia. Apareció también una profunda crisis de valores. El
individualismo se desarrollo por la preocupación de la prosperidad personal. Se
perdió el respeto a las leyes no escritas que eran la base del comportamiento
social., así como el sentimiento del “deber del ciudadano” y fue surgiendo un
nuevo concepto, el de cosmopolita, ciudadano del mundo. Todo esto ocurrió
mientras subía al trono en Macedonia Filipo II, quien se decidió a conquistar
Grecia. Para ello, se impuso con halagos a los 800 señores que debían aprobar
todo, organizó un ejército estructurado como falange y aprovechó la crisis para
adueñarse de algunos territorios. En 338 a.C. derrotó a los ejercitos de Tebas
y Atenas, batalla en la que tuvo una brillante participación, Alejandro Magno.
Admirador de la cultura ateniense firmó un tratado de paz con Atenas y solicitó
el mando de las fuerzas griegas para luchar contra los persas. Todos, excepto
Esparta se unieron en esta ocasión. Aparecieron dos partidos, uno que apoyaba
la unificación de Grecia bajo Filipo y otra que se oponía radicalmente. La
muerte de Filipo dio paso al reinado de Alejandro Magno que con solo 20 años se
puso al frente de la campaña de Persia, apoyado por los griegos. Con ello
comenzó la expansión del Imperio macedónico. Este imperio se deshizo a la
muerte de Alejandro Magno.
BIOGRAFÍA DE
ARISTÓTELES
Nació en Estagira
de Tracia. Su padre, Nicomaco, era médico de la corte de los reyes de
Macedonia. A los 17 años fue enviado a Atenas a estudiar en la Academia de
Platón, donde permaneció hasta la muerte de este. Al morir Platón, abandonó
Atenas quizá por desacuerdos con Espeusipo, sobrino de Platón, quien se quedó a
cargo de la Academia. Se casó con Pythia, sobrina e hija adoptiva del
tirano-filósofo Hermias, también discípulo de la Academia. Marchó a su ciudad
natal donde fundó una nueva escuela (ya había fundado en Assos y en la isla de
Lesbos), un año después fue a Atenas donde fundó el Liceo (llamado así por su
proximidad al templo de Apolo Licio), conocida también como Peripatos que
significa “paseo” porque sus miembros discutían paseando por la galería. El
Liceo era muy parecida a lo que hoy llamamos Universidades. Tenía una
biblioteca y un grupo de profesores regulares y dedicados al estudio y la
investigación. Poseía el apoyo económico de Macedonia. A la muerte de
Alejandro, es acusado de “impiedad”. Huyó a una isla donde tenía una propiedad
heredada por su madre “para que así los atenienses no vuelvan a pecar por segunda
vez contra la filosofía”. Dijo esto por que recordaba la muerte de Sócrates.
Murió a los 62 años.
EL MODELO
ARISTOTÉLICO
Aristóteles parte
del Platonismo, pero terminará criticándolo. Su desacuerdo es en primero lugar
con la teoría de las Ideas, pues considera que las cosas individuales
constituyen la verdadera realidad. En segundo lugar a la teoría platónica del
conocimiento pues admite como punto de partida el conocimiento sensible.
CARACTERÍSTICAS
DEL MODELO
Aristóteles
coincide con Platón en la organización del saber, la realidad física, el
hombre, las cuestiones éticas y políticas, el problema del conocimiento, pero
siempre desde una perspectiva diferente. La orientación empírica se manifiesta
también en el terreno de la investigación política, como lo muestra la
recopilación que realizó de 158 constituciones de Estados de su tiempo, con el
fin de elaborar una teoría política. El nuevo instrumento de conocimiento es la
lógica.
LA CLASIFICACIÓN
DE LAS CIENCIAS
Aristóteles
entiende la universalidad de la ciencia como el resultado de la conjunción de
todos los saberes. El saber está articulado en diversas ciencias particulares y
autónomas. El conjunto de todos ellos constituye la ciencia: el conocimiento de
todos los aspectos de la realidad. Y puesto que la ciencia abarca toda la
realidad surge la necesidad de clasificarla.
En función de
este criterio establece tres grupos de ciencias.
1. Teoréticas o
especulativas, que buscan el conocimiento teórico de la realidad: la física o
filosofía segunda; la matemática, y la filosofía primera o teología, (que luego
se llamará metafísica)
2. Prácticas, que
se ocupan de la acción humana individual o social en cuanto se dirige a
conseguir algún fin. Son la ética y la política.
3. Poéticas, que
se ocupan de la producción de cosas distintas de las distintas artes, como la
poética o la retórica.
Aristóteles
rechaza el método de acceso al saber de Platón y crea la lógica como
instrumento al servicio de todas las ciencias. Distingue dos clases de lógica:
- La lógica formal, técnica que se ocupa de las leyes y reglas del
razonamiento, en particular del silogismo. - La lógica material, entendida como
medio de acceso a la realidad misma. En ella se ocupa de los problemas de la
definición y de la demostración.
LA FILOSOFÍA
PRIMERA
La filosofía
primera o teología es para Aristóteles la ciencia de las ciencias. Si cada
ciencia se encarga de una parcela del ser, la teología se ocupa de todo el ser,
o sea de los aspectos del ser que le son comunes a todos los seres.
EL CONCEPTO DEL
SER
Aristóteles a
diferencia de Parménides y Platón, admite que lo que nace y muere recibe el
nombre de “ser”. Para Aristóteles el concepto de ser es un concepto análogo,
que se puede aplicar con ciertos matices a las distintas cosas que encontramos
en el Universo, porque, aunque de modo diferente, todas las cosas son. Para
Aristóteles hay entonces distintas formas de ser. Todo lo que existe o es
sustancia o cosas que afectan a la sustancia, accidentes. Sustancia es aquello
que existe en si y no en otro, como lo cuerpos simples (tierra, agua, aire,
fuego) y los compuestos de estos. También es sustancia, la esencia de cada
cosa. Accidente es aquello que existe en la sustancia. Aunque aportan
determinados aspectos a la sustancia, su desaparición no modifica esencialmente
la cosa individual.
SER EN ACTO Y SER
EN POTENCIA
Ser en acto
(energía, entelequia) significa para él, lo que un ser es de hecho, aquí y
ahora. Por ejemplo, un árbol es un ser en acto. Ser en potencia (dynamis)
significa la capacidad de llegar a ser algo que todavía no se es, pero que se
puede ser. Por ejemplo, una semilla es un árbol en potencia. Entonces, el ser
en acto, no procede del no-ser, sino del ser en potencia. De acuerdo con
Parménides en que del no ser no se hace nada, Aristóteles va más allá al
afirmar que hay un modo de ser intermedio que es el ser en potencia. Esto le
permitirá explicar el movimiento como paso del ser en potencia al ser en acto.
Un bloque de mármol no es una escultura pero podría serlo si el escultor así se
lo propone. Dicho bloque es ya una escultura en potencia porque tiene la
posibilidad de serlo.
LA EXPLICACIÓN DE
LA NATURALEZA
Para Aristóteles,
la naturaleza comprende todos los seres naturales dotados de movimiento. Su
explicación se desarrolla en la física, porque estudia las realidades sometidas
a cambio, a diferencia de las matemáticas que estudian entes abstractos, sin
existencia real y carentes de movimiento. El estudio de la naturaleza se aborda
desde el concepto de causa.
Causa es el
principio del cual algo procede, pero para explicar todo lo que existe hay que
recurrir a cuatro:
- Causa material es aquello de lo que algo
está hecho.
- Causa formal es
aquello que hace que una cosa sea tal cosa y no otra. Es la esencia o la forma.
- Causa eficiente
es el agente o productor de la cosa.
- Causa final es aquello que mueve al agente a
actuar, el fin por el que se hace algo.
La concurrencia
de estas cuatro es necesaria para que se dé un ser cualquiera, aunque las dos
principales y básicas en la constitución de un ser son la material y la formal.
La causa formal tiene un especial relieve puesto que determina lo que una cosa
es y permite definirla. En este sentido recibe el nombre de “esencia” y
determina las actividades propias y específicas del ser. En un ser artificial
como una columna se requiere el cemento, hierro, etc. (causa material), la
forma de columna que se adopte (causa formal), un constructor (causa eficiente)
y una finalidad como sostener una casa (causa final).
LA TEORÍA
HILEMÓRFICA
A partir de la
explicación de las causas Aristóteles elabora su teoría del ser o hilemorfismo
(hilé es materia y morfé es forma). Según esta teoría todos los seres están
compuestos de materia y forma. Materia y forma no son realidades separadas,
sino aspectos que nuestra mente es capaz de distinguir en las cosas. La materia
y la forma son, las causas o principios de las sustancias naturales, y en este
sentido ambas serían “naturaleza”, aunque para Aristóteles la forma es más
naturaleza que la materia. La materia es pura pasividad, es “potencia”. La
forma, nos muestra lo que la cosa es, en “acto”. Es la composición hilemórfica
la que permite a Aristóteles explicar el cambio y conciliar lo permanente y lo
cambiante, la unidad y la multiplicidad de los seres. Aristóteles sostiene que
la imposibilidad que tuvieron los primeros filósofos se debió a que recurrieron
a un solo tipo de causa. Tales y Anaxímenes reducían lo existente a una causa
material, Empédocles a una causa eficiente, Pitágoras y Platón a una causa
formal y Anaxágoras a una causa final. La causa final en Aristóteles es
entendida como teleológica o finalista. Todo se dirige o tiende a la
realización de su propio fin.
ANÁLISIS DEL
MOVIMIENTO
Por cambio o
movimiento entiende Aristóteles cualquier modificación que sufren los seres en
su propia forma de ser o en los aspectos con que se nos presentan o en sus
relaciones locales.
Para que se
produzca un cambio o movimiento son necesarios tres principios:
- La materia o
sustrato, que es aquello que permanece en el cambio.
- La privación de
una forma, que es lo que no se tiene todavía pero que se puede llegar a
adquirir con el cambio.
- La forma que se
adquiere una vez perdida la que poseía anteriormente.
Para Aristóteles
hay dos tipos de cambio: cambio sustancial (generación y corrupción de un ser)
y cambio accidental (modificación de algunos aspectos del ser).
- Aplicado a los
primeros hace posible la aparición y desaparición de nuevas sustancias
(generación o corrupción)
- Aplicado a los
segundos explica la alteración (cambio de las cualidades como color, olor,
sabor, forma y otros); el aumento o la disminución (cambio según la cantidad) y
el desplazamiento (cambio del lugar) que equivale a nuestro concepto de
movimiento, más restringido del aristotélico (kínesis) que lo aplica a toda
clase de cambios accidentales.
El movimiento es
así un proceso dinámico entre potencia y acto, el paso de la potencia o
posibilidad al acto o realidad.
EL UNIVERSO SEGÚN
ARISTÓTELES
En su obra Sobre
el cielo, Aristóteles expone las características del Universo (cosmos) en el
que distingue: el mundo sublunar, cometido al cambio y por lo tanto a la
corrupción y formado por los cuatro elementos (fuego, agua, tierra y aire) y el
mundo supralunar, perfecto, sin corrupción y formado por una sustancia, éter o
primer cuerpo, que más adelante llamarán quintaesencia. Este Universo es único,
esférico, perfecto, finito en el espacio, pero no en el tiempo. Cada una de las
regiones tiene sus propias leyes. El movimiento en el mundo sublunar es
violento y en el supralunar es circular. Este movimiento circular es el único
continuo. Pero cono todo cambio requiere de un principio o de una causa que lo
produzca hay que admitir la existencia de un primer motor. El movimiento de las
esferas celestes, y de todo el Universo, se origina en el primer motor que no
es movido por ningún otro, y por lo tanto, es inmóvil. Al no depender de ningún
otro ser, este es eterno, necesario, separado de lo sensible, indivisible e
inalterable.
EL SER HUMANO
El ser humano es
para Aristóteles un ser natural más, hasta el punto de que su explicación
también utiliza la teoría hilemórfica: La materia es el cuerpo, la forma es el
alma. El alma es un principio de vida y por lo tanto no es exclusiva del ser
humano, sino que es atributo de la naturaleza animada, pertenece a todos los
seres vivos. Aristóteles distingue tres tipos de alma, que dirigen las
actividades vegetativas, sensitivas e intelectivas. Las dos primeras están
unidas al cuerpo y la tercera es separable del cuerpo y por lo tanto inmortal.
Estas almas forman una serie en las que el tipo superior presupone el inferior,
pero no lo contrario. La forma inferior es el alma vegetativa o nutritiva que
ejerce las funciones de asimilación y reproducción. Es propias de las plantas.
Los animales poseen alma sensitiva, que les permite tener percepción sensible,
deseo, movimiento local y en muchos casos imaginación y memoria. El grado
superior lo ocupa el alma intelectiva (entendimiento). Ésta además de asumir
las dos anteriores hace posible el pensamiento científico o conocimiento
teórico, que busca la verdad en sí y el pensamiento práctico que busca la
verdad con miras a la practica. De ahí que la actividad específica del ser
humano sea la actividad racional y que solo pueda alcanzar la felicidad por
medio de la razón. El cuerpo y el alma son los principios o causas del ser
humano. El alma es la forma y acto del cuerpo y este es materia y potencia.
TEORÍA DEL
CONOCIMIENTO
Todos los seres
vivos tienen algún tipo de conocimiento de acuerdo a sus funciones. Distingue
así varios niveles de conocimiento. Recogiendo la herencia intelectualista de
Sócrates y Platón pone por encima de lo sensorial al conocimiento intelectual.
La diferencia es que Aristóteles parte de los datos proporcionados por los
sentidos. Para él, la experiencia, el contacto con la realidad es el punto de
partida de todo conocimiento, a diferencia de Platón para quien conocer es
recordar.
EL CONOCIMIENTO SENSIBLE
El conocimiento
sensible es el primer nivel de conocimiento. Se da también en los animales. Es
el nivel más elemental y su fundamento es la sensación. La sensación es el
ejercicio de la facultad sensible que permite captar las cualidades de los
objetos. Este ejercicio es posible a través de los sentidos, que Aristóteles
distingue entre propios: vista, oído, olfato, gusto y tacto, y un sentido común
que subyace a todos los sentidos y permite realizar operaciones como captar
tamaños, movimientos, figuras, etc. En el ser humano, este “sentido común”
permite coordinar a los demás y recibir sensibles comunes. Realiza una función
unificadora, compara los diversos datos y los integra y conserva en forma de
imágenes relacionadas con la memoria. La imaginación juega un papel importante
pues al posibilitar la reproducción mental de objetos percibidos anteriormente
en ausencia de los mismos permite la capacidad de pensar o juzgar. esta
actividad se ve reforzada por la memoria que permite acumular y actualizar
imágenes pasadas.
EL CONOCIMIENTO
INTELECTUAL
El grado superior
es el conocimiento intelectual, llevada a cabo por el entendimiento, facultad
discursiva que opera desarrollando razonamientos y hace posible la ciencia.
Permite establecer hipótesis y emitir juicios. Para ello se apoya en las
imágenes almacenadas que a su vez provienen de sensaciones previas. Así, la
imaginación se convierte en intermediaria entre la sensación y el entendimiento
haciendo posible la opinión, la ciencia y la intelección. (intuición) La
ciencia que siempre es verdadera se establece por demostración y tiene por
objeto el conocer universal.
ÉTICA Y POLÍTICA
Ética y política
son para Aristóteles aspectos separables de una misma realidad. Decir lo
contrario es decir que la virtud y la felicidad están desligadas de la vida real.
El hombre es un animal político y forma parte por naturaleza de la polis. De
acuerdo a la clasificación son dos ciencias prácticas. La ética parte del
análisis de la naturaleza humana y la política del análisis de los regímenes
políticos concretos.
LA TEORÍA ÉTICA
La ética se ocupa
de las acciones humanas en cuanto que conducen a bien del hombre. Para
reconocer el bien dice que todo ser natural se dirige a un fin. Este fin es la
autorrealización, esta sería el bien o la perfección. La discusión aparece en
saber cuál es el fin o bien al que deben subordinarse los demás. Todos están de
acuerdo en que el bien supremo del ser humano es la felicidad. Toda acción se
encamina a ese fin. Ahora ¿qué es felicidad? Se la concibe de tres maneras:
bienes externos (honores, fama, riqueza…), bienes del cuerpo (placeres) y
bienes del alma (conocer las cosas bellas). Para Aristóteles solo la actividad
teorética puede deparar una vida feliz. La virtud es la estrategia para
conseguir la felicidad. Hay dos tipos de virtudes: las dianoéticas referidas al
entendimiento (arte, saber, inteligencia, etc.) y las éticas referidas a las
acciones (valentía, dominio de sí, amistad, justicia, etc.).
Para definir la
virtud ética, explica el término medio que puede entenderse de dos maneras:
1. En relación a
la cosa, como el punto equidistante entre dos sujetos.
2. En relación al
sujeto, como el punto de equilibrio entre el exceso y el defecto.
Este varía según
las condiciones, necesidades y capacidades de cada uno. Así, la virtud es el
término medio entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto. Por
ejemplo la valentía entre la temeridad y la valentía. Para Aristóteles la
“autarquía” es la piedra de toque de la felicidad. Feliz es en último término
aquel que como un dios no necesita de nada ni de nadie. Afirma que la felicidad
consiste en la actividad contemplativa, pues esta más que ninguna otra se
realiza de forma autárquica. Sin embargo como el hombre es un “animal político”
o sea social por naturaleza, la felicidad solo se la puede lograr en sociedad.
LA TEORÍA
POLÍTICA
Para esta teoría
parte de su investigación de las 158 Constituciones desde las que tratará de
hacer una teoría realista y pragmática. Considera el hecho de vivir en
sociedad, como connatural al hombre, subrayando la primacía de la polis frente
a la aldea o a la familia. La forma natural de agrupación humana viene
determinada en función de la capacidad para satisfacer las necesidades de los
hombres. La “casa es la comunidad primitiva que hace posible cubrir las
necesidades básicas y cotidianas del hombre, esta casa es la familia. Pero solo
en la ciudad, entendida como ciudad estado griega, el hombre puede
desarrollarse planamente. Por eso el Estado es también una comunidad natural.
El Estado es un todo del que el individuo, la familia, y la aldea son parte.
Ciudadano solamente es aquel que participa de la administración de la justicia
y en el gobierno de la ciudad. esta administración está orientada a su fin
propio que es el bien común de los ciudadanos.
LOS REGÍMENES
POLÍTICOS
Para Aristóteles
todos los regímenes que se proponen el bien común son rectos desde el punto de
vista de la justicia absoluta. Los que no lo hacen son defectuosos. Dependiendo
de la organización de un Estado convendrá un tipo de régimen. La forma ideal es
una mezcla de aristocracia con democracia porque se evita extremos. Ésta recibe
el nombre de politeia (República).
Introducción
Un hombre y
su hijo pequeño caminan de noche por el campo. El hijo se para, mira la luna y
pregunta: “Papá, ¿qué está más lejos, la luna o Cuenca?”. El padre responde
irritado: “¿Tú ves Cuenca?” Según una tesis habitual al menos desde Sócrates,
la filosofía académica sirve para no ser como ese padre. La obra de Epicuro o
Fichte nos colocaría en una posición de apertura a la racionalidad y rechazo de
la inmediatez ideológica. La verdad, no me lo trago. Al menos, el padre de la
historia está equivocado, que es más de lo que puedo decir de muchos textos
filosóficos canónicos.
¿Para qué
sirve entonces la filosofía? En Twitter circula un chiste sobre filósofos:
“Truco para las citas: cuanto antes saques a colación a Hegel, antes se
terminará la cita y podrás volver a casa a beber solo”. Apenas es injusto. La
gente que nos dedicamos a la filosofía somos un gremio menesteroso. Demasiado
flacos o gordos, más tapados que vestidos y con habilidades sociales
cuestionables. ¿Para qué servimos? Lo único que se me ocurre es que servimos
para leer. Escribimos raro. Bastante mal, en realidad. Somos pedantes y
básicamente incomprensibles. Pero leyendo os meamos. ¿Te ha costado Finnegans Wake? Eres un llorica. Prueba con la montaña de servilletas
anotadas a la que llamamos obras completas de Pierce.
Si Occidente consiguió sobrevivir a la desaparición de la flauta de
nariz y las naumaquias seguramente también lo haga al fin de la filosofía
académica. No lo tengo tan claro por lo que toca a los lectores de filosofía:
somos caricaturas inofensivas de algo que tal vez sí sea importante. Que nadie
vuelva a leer a Platón ni a soñar con el Tractatus me entristece. Que nadie vuelva a leer
como se lee a Platón me aterra. Algunas de las características irrenunciables
de nuestra civilización –de la democracia a la igualdad de género pasando por
el respeto a la diversidad cultural y la protección de las ciencias– han sido
modeladas a través de una autointerpretación, o sea, de una lectura de nosotros
mismos, que sólo se puede denominar filosófica. Los filósofos no han sido
particularmente eficaces a la hora de impulsar avances morales y no se puede
decir que sus obras hayan desafiado al poder sistemáticamente. Pero también es
cierto que, al menos en nuestras sociedades, ha sido realmente difícil desafiar
al poder o realizar avances morales sin poner en juego algo bastante parecido a
la filosofía.
Cesar Rendueles – Diario El País
Datos biográficos
La teoría de las Ideas
La cuestión
central de la filosofía platónica es conocida como teoría de las Ideas o de las
Formas. Tres son, al menos, las intenciones de esta teoría:
1.
Una intención ética.
Platón siguiendo a Sócrates, quiere fundar la virtud en el saber. Para
ser justo, por ejemplo, es preciso conocer qué la justicia. Frente al
relativismo moral de los sofistas, Platón ─con Sócrates─ reclama la existencia
de una Idea eterna e inmutable de Justicia (o de cualquier otra virtud). Es el
tema de los primeros diálogos, aunque en ellos todavía no se llegue a formular
expresamente la teoría de las Ideas.
2.
Una intención política (íntimamente
ligada a la anterior).
Los gobernantes han de ser filósofos que se guíen no por su ambición
política, sino por una serie de valores o ideales trascendentes y absolutos
(las Ideas) en la búsqueda del bien común.
3.
Una intención científica.
El problema de la formación de unos buenos ciudadanos, es decir,
virtuosos, implica una precisa justificación de lo que entendemos por ciencia o
verdadero conocimiento. La ciencia (o episteme, tal como la denominará Platón)
sólo puede versar sobre objetos estables y permanentes. Si queremos hacer
ciencia, esos objetos han de existir. Y como todos los objetos sensibles están
sujetos a cambios permanentes, habrá que buscar otro tipo de objetos para la
ciencia: las Ideas. Las Ideas, objetivas y de validez universal, y no las
opiniones ni las preferencias subjetivas serán el fundamento de los juicios de
valor que regulan la conducta y las leyes que rigen la polis.
La teoría de
las Ideas está presente en todo el sistema platónico (política, ética,
antropología, conocimiento, Naturaleza…) aunque nunca se muestra desarrollada y
explicitada como tal en las obras de Platón. La primera formulación seria
aparece en Fedón, Fedro y República (período de madurez); pero en las obras de
vejez como el Parménides encontramos objeciones a esta teoría.
Por otro
lado, esta teoría supone una síntesis de la tradición filosófica griega, pues
en ella Platón retoma toda la tradición filosófica anterior y trata de resolver
los principales problemas que fueron surgiendo: tanto los cosmológicos (tal
como los formularon los presocráticos), como los antropológicos, éticos y
políticos (según el planteamiento de los sofistas y Sócrates). Podemos
considerar como antecedentes:
§ La matemática pitagórica: la realidad
esencial de las cosas no descansa en sus componentes materiales, sino en su
proporción, en su estructura ordenada y armónicas.
§ La concepción del Ser de Parménides.
§ El Nous de Anaxágoras, interpretado
como principio intelectual ordenador del cosmos.
§ La investigación de Sócrates sobre la
definición.
Frente al
pensamiento de Heráclito que consideraba que lo único cierto era el devenir de
lo real, es Parménides quien inspira a Platón: el verdadero conocimiento sólo
puede serlo de lo inmutable; lo real, el Ser, no puede estar sujeto al devenir.
En cuanto a la concepción de Parménides según la cual la auténtica realidad (el
Ser) es eterna e inamovible, y de otra, la afirmación de Heráclito sobre el
perpetuo devenir de las cosas, Platón ofrece una solución conciliadora a la
oposición permanencia (Parménides)─cambio(Heráclito): la existencia de dos
mundos: el mundo inteligible o mundo de las Ideas, captable sólo por la
inteligencia, y en el que se ubica lo permanente, y el mundo sensible de las
cosas, captable sólo por los sentidos, y en el que se ubica lo cambiante.
Por otra
parte, contra el subjetivismo y el relativismo de los sofistas, Sócrates estaba
convencido de que existen definiciones universales de los conceptos morales y
de que el hombre podía llegar a adquirirlas; así, en los primeros diálogos
platónicos se investiga una virtud o valor, tratando de lograr una definición
que pueda servir de fundamento o modelo cuando juzguemos las acciones concretas
en que se manifiesta dicha virtud o valor. Pero las meras definiciones
inducidas tampoco resultan convincentes para Platón. En contacto con los
matemáticos pitagóricos descubre nuevas vías para los problemas relativos al
conocimiento y a la estructura de la realidad. El conocimiento sólo puede serlo
del universal, pero, a diferencia de Sócrates, no concibe el universal como
mero resultado de meras definiciones, sino como entidades similares a aquellas
con las que trabajaba la matemática pitagórica, entidades que tienen realidad
por sí mismas, a las que no se puede acceder por los sentidos, sino por la
razón.
A partir,
pues, de esta doble influencia (pitagórica y socrática) Platón, firmemente
convencido de la existencia de verdades absolutas y de la posibilidad de
conocerlas, se va a esforzar por encontrar detrás de las apariencias cambiantes
de las cosas realidades absolutas, pues su conocimiento le parece necesario
para dar una base sólida a la ciencia, a la moral y a la política, y huir así
del relativismo de los sofistas. ¿Qué es lo real para que pueda fundamentar un
verdadero conocimiento?
La respuesta
de Platón es que lo real son las Ideas, que él sitúa en el mundo inteligible o
mundo de las Ideas (cosmos noetós), el único mundo real.
Concepto y características de las
Ideas
La palabra
idea ¾del verbo griego antiguo eidein: ver,
mirar...¾, tenía literalmente el doble sentido
castellano de ―visión‖ y ―forma‖. Finalmente, ha acabado traducido al
vocabulario filosófico como Idea o Forma. Las Ideas no son simplemente
conceptos o representaciones mentales (tal como defendió Sócrates, y tal como
lo entenderíamos vulgarmente): son realidades que existen con independencia de
las cosas. Más aún, son la realidad misma. Las cosas derivan su ser de las
Ideas.
Las Ideas (y
cada Idea: Mesa, Árbol, Belleza) ─como decía Parménides─ son eternas (ingénitas
e imperecederas), únicas, indivisibles (hay una sola Idea para cada especie de
cosas). Son determinadas, es decir, limitadas o finitas, pues las Ideas no lo
son todo, por ejemplo, no son las cosas concretas y cambiantes, limitan con
ellas, y limitando con algo ya son limitadas o finitas; además, lo infinito es
incompleto e imperfecto, y las Ideas son completas y perfectas, es decir, son
siempre lo mismo, no varían, son inmóviles, no son ahora una cosa y luego otra,
por ejemplo la Idea de Caballo es eternamente ella misma, al contrario del
mundo sensible en el que una cosa es una y muchas, ahora es, luego ya no es….
Son también inteligibles (no sensibles).
Pero Platón,
además de atribuir a las Ideas los mismos atributos del ser de Parménides, les
atribuye otras características diferentes: son universales e inmateriales (por
primera vez se reconoce que existe una realidad inmaterial), objetivas y
extramentales (esto es, existen por sí mismas con independencia de las cosas y
de la mente. Más aún, encierran el verdadero ser de las cosas, son la auténtica
realidad ─las cosas son menos reales─: por ejemplo, la Justicia en sí, la
Bondad en sí, el Hombre en sí, las Entidades matemáticas en sí mismas, etc.).
Son esencias y modelos arquetípicos de una clase de objetos (forma única de
algo múltiple) con existencia independiente de ellos, son lógicas, no físicas,
es decir, son las razones (logoi) de las cosas, por cuanto las Ideas son causas
de las cosas naturales (no las cosas naturales) y fundamento de todos los
juicios que formulamos sobre ellas: algo es una mesa gracias a la Idea de Mesa,
una cosa es bella gracias a la Idea de Belleza… Sabemos y afirmamos, por ejemplo,
que algo es bueno viendo si puede englobarse en la Idea de Bien, que algo es
árbol si puede englobarse en la Idea de Árbol, que dos cosas son iguales si
pueden englobarse en la Idea de Igualdad.... Las cosas, en cambio, son
particulares, materiales, efímeras, múltiples, divisibles, poseen menos
realidad y, justamente por su movilidad permanente, no podemos decir que ―son‖
(el caballo sensible, por ejemplo, ahora es, luego ya no es; ahora es un
caballo, luego carne para gusanos, luego huesos y materia orgánica, pero la
―Idea de Caballo‖ siempre ―es‖), son captables por los sentidos, pero no son
inteligibles.
Ciertamente
Platón nunca pone ejemplos de este tipo, a él no le interesa lo que sea un
caballo, o un perro, o el agua, sino lo que es el Bien, la Belleza, la Virtud,
el buen gobierno, la Justicia, etc. Pero el problema es el mismo: en el mundo
sensible nunca encontraremos más que casos particulares que no pueden
fundamentar un conocimiento verdadero.
Con la
teoría de las Ideas, Platón pretende, en última instancia, explicar a qué deben
su existencia las cosas sensibles y en qué nos fundamentamos para conocer y
hacer afirmaciones (juicios o proposiciones) sobre ellas, que son tan
cambiantes.
Tipos de Ideas y su jerarquización
Las distintas
Ideas están jerarquizadas, es decir, unas son más importantes que otras en la
escala ontológica, y rigen las superiores sobre las inferiores. Cada estrato
superior engloba y es causa del inferior.
Hasta el
Parménides Platón había establecido sin dudar estos tipos fundamentales de
Ideas:
1. Por encima de todas estaría la Idea
de Bien que ilumina a todas las demás Ideas (La República).
2. En segundo lugar las de Justicia,
Belleza, Sabiduría, Ser, Uno.
3. En tercer lugar las Ideas de opuestos
(Igualdad-Desigualdad, Unidad- Pluralidad, etc.).
4. En cuarto lugar las Ideas
matemáticas: Números, Figuras geométricas.
5. En último término las Ideas
correspondientes a los seres materiales de nuestro universo: Ideas tales como
Pelo, Agua, Caballo… Platón duda de la existencia de estas últimas.
Este orden
jerárquico puede variar en función de los distintos puntos de vista de los
diversos diálogos.
La jerarquía
entre las Ideas le lleva a postular, además, una cierta unidad en el ámbito del
mundo inteligible. Las Ideas son distintas, pero entre ellas hay cierta unidad
(no unicidad como en Parménides). Esta unidad es la gran diferencia con el Ser
de Parménides: cada Idea participa de las situadas en un plano superior, por lo
tanto, todas participan de la Idea de Bien y, consiguientemente, todas se
hallan unificadas (relacionadas) mediante la “Idea de Bien”‖. En La República
se afirma la primacía absoluta de la Idea de Bien por encima de todas las demás
Ideas. Esto supone que el Bien no es una Idea entre las demás Ideas: es la
causa última de todas las Ideas y, por tanto, causa última de todas las cosas.
El Bien les da a las demás Ideas el ser y las hace cognoscibles, es decir, es
la causa del ser y de la inteligibilidad de todas las Ideas y, por
consiguiente, también causa del ser y de la inteligibilidad de todas las cosas.
Como veremos más adelante, sólo podemos hablar de conocimiento verdadero cuando
se conoce la Idea de Bien; sólo podrá ser definido como “sabio”‖aquel que
conozca la Idea de Bien y sólo éste será el que esté capacitado para gobernar
la polis. (Recordemos la intencionalidad ético-política y cognoscitiva que
señalábamos más arriba). Dicho esto, está plenamente justificado que para
Platón la Idea de Bien sea distinta, más hermosa y digna de mayor consideración
que todas las demás, pues todo, absolutamente todo, está subordinado
necesariamente al Bien.
Pero en el
mundo de las Ideas también se halla el “alma del mundo” o alma cósmica, que
mueve y ordena el cosmos, como organismo animado que es, y las “almas humanas”
antes de encarnarse. Por último, entre este mundo y el mundo sensible se
encuentra un ser intermedio, el Demiurgo, que tiene la función de artesano y
ordenador cósmico de una materia preexistente, amorfa y caótica.
Mundo sensible y mundo inteligible
La teoría de
las Ideas supone, por tanto, un dualismo ontológico: hay dos mundos: el mundo
sensible y el mundo inteligible (ejemplificados en el mito de la caverna).
Entre ambos mundos, el inteligible y el sensible, existe un abismo. Son dos
órdenes de realidad completamente distintos, pero, dado que el ser del mundo
sensible radica en el mundo inteligible, debe haber algún tipo de relación
entre ellos. Esta relación es descrita por Platón con los términos
participación (las cosas sensibles, que no tienen ser por sí mismas, participan
del ser de las Ideas. Por ejemplo, las acciones o leyes son más o menos justas,
en la medida en que participan de las Ideas); imitación (las cosas sensibles
imitan en su ser a las Ideas, por lo que tienden a su perfección. De ahí que
Platón postule que toda Idea es para el mundo sensible un ―para que‖, un fin,
el ideal al que todas las cosas deben aspirar); presencia (las Ideas están en
la cosas en tanto que su esencia); y finalidad (las cosas aspiran a ser Ideas).
No obstante,
todas estas formas de relación entre el mundo sensible y el mundo de las Ideas
son problemáticas. El propio Platón se las cuestiona.
Génesis del mundo sensible
La teoría de
las Ideas permite a Platón construir, por una parte, una teoría de lo que hoy
consideraríamos “valores”‖ y, por otra, una interpretación del universo
(cosmos) como la realización de un orden ideal, que plasma el Demiurgo (“artesano”‖
o “genio ordenador”) sobre la materia eterna de acuerdo con las Ideas, como nos
cuenta en el Timeo, uno de los diálogos de vejez.
Para ello
recurre al mito del Demiurgo y narra el proceso de fabricación del mundo
sensible. Teniendo como modelo el mundo inteligible, el Demiurgo ordena la
materia caótica y eterna configurando en el espacio (“receptáculo universal”)
un cosmos concebido como un gigantesco organismo vivo al que dota de un Alma
cósmica (explicación organicista del universo). Este cosmos es esférico es
esférico (dado que la esfera es la figura más perfecta). En el centro del
cosmos está la Tierra, después las esferas de los planetas y la de las
estrellas fijas. El movimiento en conjunto se hace sobre la base de armonías
musicales y proporciones numéricas (en la línea pitagórica) y de acuerdo con el
tiempo que es “la imagen móvil de la eternidad”.
La
explicación que da Platón en el Timeo sobre la physis puede definirse como
optimista: el Demiurgo es “el mejor de los hacedores” y el modelo, el mundo
inteligible, el más perfecto, de ahí que este mundo sea el mejor de los
posibles; su imperfección procede de la materia.
Interesa
especialmente recalcar que ésta es una explicación finalista: frente al
materialismo presocrático y al mecanicismo en el que había desembocado
Demócrito y loas atomistas, la teoría platónica establece una concepción
finalista o teleológica. El mundo de las Ideas constituye no sólo el modelo
(causa formal), sino también el para qué del cosmos (causa final). Por primera
vez se introduce, además, una cusa inteligente ordenadora, el Demiurgo
(influencia de Anaxágoras)
No obstante,
Platón deja claro en el Timeo que esta explicación sobre la génesis del mundo
sensible, es sólo un discurso “verosímil”, puesto que se está hablando de algo
que no es completamente real, como las Ideas, y sólo cuando hablemos de estas
podemos hablar de verdad y ciencia.
Teoría del conocimiento
La teoría
del conocimiento está estrechamente ligada con la duplicación del mundo que
realiza Platón: el mundo inteligible y plenamente real de las Ideas, y el mundo
sensible de las cosas. En consecuencia, establece que, ya que hay dos órdenes
de realidad, debe haber dos tipos de conocimiento: el conocimiento inteligible
y el conocimiento sensible. En esta distinción del conocimiento está influido
por Parménides, pues reinterpreta la distinción parmenídea entre vía de la
Verdad y vía de la Opinión como conocimiento inteligible y conocimiento
sensible, respectivamente.
Para Platón,
el verdadero conocimiento sólo es posible si tiene por objeto lo real, es
decir, el mundo inteligible, las Ideas. Pero la teoría de las Ideas plantea un
grave problema: ¿cómo podemos conocer las Ideas, si éstas pertenecen a otro
mundo distinto del nuestro (el mundo inteligible)? ¿Cómo podemos pasar del
conocimiento sensible al conocimiento inteligible y, así, conocer las Ideas?
Para
responder a estos interrogantes, Platón ofrece a lo largo de sus obras tres
explicaciones: una mítica: la teoría de la reminiscencia, otra
filosófico-intelectual: la teoría de la dialéctica, y otra
filosófico-emocional: la teoría del amor.
Teoría de la reminiscencia o
anámnesis: el conocimiento como recuerdo
Platón hace
referencia directa a esta teoría en el mito del carro alado (Fedro), que
expondrá en el apartado Antropología. En este contexto mítico, el alma
preexiste al cuerpo y vive y se mueve en el mundo de las Ideas; éste es su
sitio y su casa. Antes de caer en la prisión del cuerpo (encarnarse), se
dedicaba a contemplar el mundo de las Ideas (esto es, conocía intuitivamente
las Ideas y ―convivía‖ con ellas). Por alguna causa, que el filósofo no acaba
de concretar, el alma cayó de ese mundo y se encarnó en el cuerpo. Ya dentro
del cuerpo una especie de velo hizo que el alma no recordase con claridad su
vida en el mundo de las Ideas. Con todo, el olvido no es total ni definitivo:
ahora debe realizar un proceso de purificación mediante la recuperación del
saber olvidado (las Ideas se encuentren en nosotros de un modo innato: no
aprendido, no adquirido a partir de las sensaciones). Por esto, cuando a través
de los sentidos, percibimos objetos sensibles —reflejo y copia de las Ideas—,
recordamos las Ideas de las que esos objetos son copias. Los fenómenos
sensibles no hacen sino despertar en nosotros lo que ya conocíamos antes de las
reencarnaciones, traer a la conciencia lo que estaba velado: la verdadera
realidad. Así, cuando estamos ante un caballo ¿cómo sabemos que eso es un
caballo? La explicación es fácil ―porque ya habíamos contemplado anteriormente
la Idea Caballo‖. De ahí que conocer no sea propiamente aprender, sino recordar
lo ya visto. La educación en Platón estará en función de ese progresivo
acercamiento a las Ideas.
Es cierto
que a través de las sensaciones no se conoce la verdad, sólo se obtiene
opinión. Sin embargo, Platón les concede un cierto valor: el de despertar el
proceso de recuerdo (de conocimiento). Así, por ejemplo, la visión de un objeto
redondo nos trae a la mente el recuerdo del círculo perfecto que nuestra alma
contempló en su anterior estancia. El conocimiento sensible tiene, pues, un
valor instrumental: sirve de ocasión (estímulo) para el recuerdo.
Esta teoría
de la reminiscencia es utilizada también como argumento en favor de la
inmortalidad del alma, en el diálogo Fedón, uniendo de este modo tres elementos
fundamentales de su sistema: naturaleza humana, inmortalidad y conocimiento.
En el Fedón,
Cebes le dice a Sócrates que, si es cierto que aprender es recordar, como tanto
repite, esto exige que se aprendiese anteriormente lo que ahora se recuerda, lo
que sería imposible si no hubiese existido el alma en alguna parte antes de
llegar a estar en figura humana. Esto es, que el alma debe ser inmortal.
Teoría de la dialéctica: el
conocimiento como ascenso hacia el Bien. Grados del conocimiento
Lo más
importante de la epistemología platónica está contenido en la República, en el
famoso pasaje del símil de la línea, al final del libro VI. La idea básica es
que Platón distingue diversos niveles o grados de conocimiento según sus
objetos; dicho de otro modo, la epistemología está determinada por la
ontología. El mito de la caverna, al principio del libro VII de la República,
ilustra en igual medida lo expuesto en el símil de la línea: el paralelismo
entre los distintos grados de conocimiento y los grados de ser.
Platón parte
de la distinción fundamental entre ciencia (episteme), que es el conocimiento
absolutamente verdadero, y opinión (doxa), que es un conocimiento de segundo
orden, que sólo produce parecer. Esta distinción se vincula a la teoría sobre
la realidad: opinión y saber son dos formas de conocimiento distintas porque
sus objetos son también distintos. La opinión (o conocimiento sensible) recae
sobre los seres físicos, el mundo sensible, y la ciencia (o conocimiento
inteligible) tiene como objeto las Ideas universales y necesarias, el mundo
inteligible.
Ciencia y
opinión se subdividen, a su vez, en dos grados diferentes cada uno. El
resultado final es que Platón establece cuatro grados de conocimiento
distintos, porque existen cuatro grados de realidad.
─ Opinión (doxa):
1.
Imaginación (eikasia): es el conocimiento de las imágenes, sombras o reflejos
de las cosas sensibles (sea en el agua o en superficies de cuerpos opacos,
lisos y brillantes), así como de los seres de ficción, de los seres mitológicos
o de las invenciones de los poetas.
2. Creencia
o fe (pistis): es el conocimiento de los objetos del mundo sensible (todo ser
vivo: plantas, animales, u hombres, y de todo lo que éstos fabrican).
─ Ciencia (episteme):
3.
Pensamiento o razón discursiva (dianoia): es el conocimiento de los números,
figuras o cuerpos geométricos. La ciencia correspondiente a este grado son las
matemáticas.
4.
Inteligencia o razón intuitiva (noesis): es el conocimiento de las Ideas.
Consiste en la intuición o captación directa (visión intelectual) de las Ideas,
sin necesidad de recurrir a imágenes sensibles como en las matemáticas. Es el
grado de conocimiento más alto y el más riguroso, pues sólo se refiere a las
Ideas. La ciencia correspondiente a este grado de conocimiento es la dialéctica
La
dialéctica tiene por objeto la verdadera realidad, las Ideas, pero es muy importante
tener en cuenta que, tal y como se escenifica en el mito de la caverna, el
conocimiento se nos presenta como un ascenso. La dialéctica es, entonces, un
método mediante el cual ascendemos de forma gradual desde el modo de conocer
más “bajo” (eikasía, imaginación) hasta el más “sublime” (nóesis, inteligencia
o razón intuitiva); un proceso, pues, que va desde las cosas hasta la Idea
suprema (la Idea de Bien). A este ascenso Platón lo llamó también dialéctica; y
nos lo presenta como un progreso difícil en el que el alma ha de acostumbrase
al razonamiento, apartándose y alejándose de los sentidos y de sus objetos. La
disciplina fundamental para eso son las matemáticas que, desde sus distintas
ramas (aritmética, geometría, astronomía e, incluso, música) ejercitan en el
razonamiento puro (razón discursiva), y así permiten alcanzar las relaciones
lógicas universales y el verdadero conocimiento: el conocimiento de las Ideas.
A este respecto, se cuenta que en la puerta de la Academia había grabada la
siguiente frase: “Nadie entre aquí sin saber matemáticas”. Sin embargo, para
Platón, las matemáticas, por tratar de entidades que están a medio camino entre
el mundo sensible y el mundo inteligible no son una ciencia propiamente dicha
como lo es la dialéctica, sino sólo una enseñanza preparatoria para el estudio
de la dialéctica.
En el símil
de la línea, Platón explica que el conocimiento matemático y el conocimiento de
las Ideas, la dialéctica difieren de raíz. Las matemáticas son un grupo de
saberes particulares, pues estudian una parte del mundo inteligible (los
números, figuras) prescindiendo del resto; además, aunque los objetos de los
que se ocupa el matemático no son particulares y cambiantes ni tampoco
captables mediante los sentidos (por ejemplo, el geómetra no estudia las ruedas
de los carros, ni siquiera el gráfico circular que dibujamos en la pizarra,
sino esos objetos ideales llamados círculos o circunferencias), el matemático
necesita apoyarse en imágenes sensibles (dibujos, artes mecánicas…) para resolver
problemas o realizar sus demostraciones, con lo cual no estamos todavía en el
grado más alto del conocimiento, que es ya totalmente abstracto (noesis). Pero
la diferencia fundamental entre las matemáticas y la dialéctica es que las
matemáticas proceden por hipótesis para, a partir de ellas, sacar conclusiones,
pero no fundamentan esas hipótesis (por lo que no dejan de ser meras
hipótesis), o lo que es lo mismo, dan por supuesto sus objetos (parten de que
hay números, figuras) sin dar razón de ellos.
Por el
contrario, la dialéctica es un conocimiento que asciende por medio de la razón;
se consideran las hipótesis no como principios últimos, sino como simples
supuestos que, a modo de peldaños y puntos de apoyo, sirven para elevarse hasta
el principio de todo que ya no es hipotético. Y una vez alcanzado ese
principio, desciende de nuevo abarcando todas las consecuencias que de él se
derivan, sin servirse en absoluto de nada sensible, sino solamente de las Ideas
mismas. Según esto, Platón distingue entre la dialéctica ascendente (anaíresis)
y la descendente (diaíresis). La primera representa el camino que el alma debe
recorrer desde las cosas y los objetos matemáticos hasta las Ideas, partiendo
de hipótesis que se tomarán como simples supuestos que servirán de trampolines
o peldaños para ascender hasta las Ideas. A partir de ahí, el alma, valiéndose
exclusivamente del poder dialéctico de la razón, de argumentos y refutaciones,
debe ir de Idea en Idea, sin recurrir a nada sensible, hasta alcanzar el Bien
en sí. Esto se refleja muy bien en el mito de la caverna, en el que la
dialéctica ascendente está representada por el camino que recorre el prisionero
liberado a partir del momento en que sale al exterior de la caverna, y que
culmina con la visión del sol (representación metafórica de la Idea de Bien).
Por otra parte, la dialéctica descendente consistirá en la aplicación del
conocimiento alcanzado acerca de lo inteligible y eterno, al mundo de lo
sensible, y en particular al ámbito político. En efecto, una vez contempladas
la Idea de Bien y las restantes Ideas, el filósofo debe ocuparse de los asuntos
humanos y asumir la dirección política de la polis, gobernando el Estado y su
propia vida a la luz del conocimiento de esos principios eternos. En el mito de
la caverna esto se representa simbólicamente con la vuelta del prisionero
liberado al mundo de sombras en el que viven sus antiguos compañeros de
prisión.
Debe quedar
muy claro que bajo el nombre de dialéctica Platón recoge tanto el grado más
alto de conocimiento y su ciencia correspondiente, que tiene por objeto las
Ideas o esencia de las cosas, como el método propio de la filosofía que permite
el acceso al mundo de las Ideas y, concretamente, el acceso a la Idea de Bien
El método
dialéctico platónico conserva los elementos fundamentales de la maiéutica
socrática se nos presenta como un diálogo en el que los participantes proponen
tesis contrapuestas (de ahí el nombre de dialéctica), cuyo valor es
críticamente discutido, hasta que se llega a la definición correcta. Ésta
expresa la esencia de lo que se buscaba, es decir, la Idea. Así, por ejemplo,
ocurre en el diálogo República con la investigación sobre qué es la justicia.
Por último,
la dialéctica —proceso estrictamente intelectual— posee un importante apoyo
emocional: el amor (eros).
Teoría del amor (eros)
El amor es
también una vía de acceso a lo inteligible, un medio de ascender a las Ideas.
Se trata de una dialéctica pasional. Platón atribuye al eros un papel muy
importante en la filosofía, pues es el amor-deseo lo que espolea al filósofo
hacia el mundo de las Ideas y le dedica sus dos bellos diálogos: Banquete y
Fedro. En el Banquete afirma que este amor-deseo (eros significa amor, pero
vinculado al deseo, amor sexualizado) comienza siendo atracción por las cosas
bellas del mundo sensible, por los cuerpos bellos. Pero una vez encendido, el
deseo no se satisface en el mundo sensible y el alma, empujada por este deseo,
inicia una ascensión que le lleva del amor a la belleza física de los cuerpos
al amor a la belleza del alma, y de éste al amor a la belleza de las
instituciones y de las leyes, luego a la belleza del orden matemático, y
finalmente al amor a la Belleza-en- sí. El amor platónico es, pues, ascensión
hacia la Belleza.
El Fedro
refiere lo mismo, pero en el contexto mítico del alma representada como un
carro alado y con referencia directa a la reminiscencia. El alma que ha caído a
la tierra ha olvidado y ha perdido sus alas; ―pero viendo la hermosura de este
mundo, y acordándose de la verdad, toma alas y, una vez alada, desea emprender
el vuelo‖. Por ello el ―amor es filósofo‖. La razón de ese amor por las Ideas
es la afinidad del alma con las Ideas.
En
conclusión, la dialéctica y el amor son los medios para acceder al mundo de las
Ideas. Y si hay que prepararse para esta ascensión, recordemos que las
matemáticas sirven de propedéutica (de enseñanza preparatoria), pues ellas dan
―un fuerte impulso hacia la región superior‖, ya que arrancan del mundo
sensible del devenir e introducen en la contemplación de objetos inteligibles
(Ideas).
Academia de Atenas
La Academia fue
la escuela filosófica fundada
por Platón alrededor del 387 a. C. en los jardines de Academos en Atenas. Destruida durante la primera guerra mitridática y refundada en el 410 d. C., fue clausurada definitivamente
por el emperador Justiniano en el 529 por
ser un foco de paganismo. Dedicada a investigar y a
profundizar en el conocimiento, en ella se desarrolló casi todo el
trabajo matemático de la época. También se
enseñó medicina, retórica y astronomía. Sin embargo, su inclinación por los estudios matemáticos le llevó a
poner en el frontispicio de la Academia la siguiente inscripción: «Ἀγεωμέτρητος
μηδείς εἰσίτω» (‘Aquí no entra nadie que no sepa geometría’). Puede ser
considerada como un antecedente de las universidades.
Localización
El lugar donde se levantó era un olivar sagrado
dedicado a la diosa de la sabiduría, Atenea, en las
afueras de Atenas. Había
abrigado ritos religiosos desde la edad del bronce, y
allí Academo, que
daría nombre al lugar, había dedicado culto a los Dióscuros Cástor
y Pólux. Otras manifestaciones religiosas atenienses en este sitio estaban
relacionadas con el culto a Prometeo y
a Dioniso. En el
camino desde Atenas estaban los sepulcros de sus ciudadanos.
La Academia estuvo cerrada casi cinco siglos luego de que los romanos
conquistaran la ciudad de Atenas en el año 86 a. C.
Historia
Tuvo tres grandes períodos:
§ Academia antigua, integrada por los discípulos más
cercanos a Platón y los subsiguientes hasta el 260 a. C. aproximadamente.
La formaban, entre otros discípulos: Espeusipo (sobrino
de Platón), Xenócrates de Calcedonia, Polemón, Crates de Triasio, Crantor de Soli, Filipo de Opunte, Heráclides Póntico, Eudoxo de Cnido o Arquitas de Tarento (pitagórico también), cuya obra no se ha
perpetuado, pero que seguían la doctrina de su maestro: que el conocimiento
está basado en creencias verdaderas justificadas.
§ Academia media, fundada y representada por Arcesilao de Pitana en 244 a. C. Se
caracteriza por la vuelta al método socrático,
mediante el empleo de la ironía, la interrogación y la duda en las
controversias filosóficas. También predomina una inclinación escéptica en ella.
Sobresale también Carnéades.
§ Academia nueva, a partir de 160 a. C. y
representada por Carnéades y/o Filón de Larisa, según los diferentes historiadores de la
filosofía. Sin caer en un escepticismo absoluto, enseñaba que no se puede alcanzar
más que lo probable, es decir, que es imposible tanto la certeza total como la
incertidumbre completa. Con Antíoco de Ascalón toma un giro ecléctico.
Alumnos
§ El más famoso de los alumnos de Platón fue Aristóteles, aunque
luego abrió su propio centro de enseñanza, el Liceo.
Clausura
Damascio el Diádoco reorganizó la
escuela neoplatónica a la muerte de Proclo (485), dedicando su vida al estudio de la obra de Platón y
Aristóteles. Justiniano, que deseaba la unidad religiosa
para garantizar la hegemonía del Imperio bizantino, dictó un edicto en 529 proscribiendo prohibiendo la
enseñanza de la filosofía griega y obligando a cerrar las escuelas de Atenas,
su último asilo.
Obras filosóficas
Platón elige el diálogo como forma de
expresión de su pensamiento; quizá como tributo a su maestro Sócrates a quién,
por lo demás, convierte en interlocutor de prácticamente todos ellos; o quizá
por el influjo de su época. Su obra se puede dividir en varios períodos, según
distintos criterios, siendo una de las clasificaciones más aceptadas la
cronológica:
el Periódico Sur Moquegua
para un poblador comprometido...